Los siete hábitos de una vida consagrada a Dios


¿Qué es una vida consagrada y cómo podemos alcanzarla?

Esas preguntas son importantes porque, como creyentes en Cristo, hemos sido llamados a vivir en santidad entregados al Señor. Aunque sabemos que esa es la voluntad de Dios para nuestra vida y que Él obra para que su propósito se cumpla en nosotros, también tenemos una responsabilidad en el proceso. Lo que hacemos habitualmente influye en gran medida en si podremos o no vivir consagrados a Dios.

Existen siete hábitos que nos ayudarán en nuestro deseo de vivir en santidad. Un hábito es un patrón de comportamiento, a menudo inconsciente, que se adquiere por repetición frecuente. Una vida consagrada es aquella que ya no busca satisfacción propia mediante un estilo de vida pecaminoso, sino que se ha entregado a Dios y a su voluntad.

Los siete hábitos de una vida consagrada a Dios

1. Tener una vida de oración. Esto es algo que aprendemos de la vida de Jesucristo. Aunque los discípulos y la multitud no comprendían por qué tenía que retirarse, cuando todavía había tanto que hacer, el Señor sabía que la oración era una prioridad en su vida.
Marcos 1.35: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
Lucas 4.42: “Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos”.

Los discípulos se dieron cuenta de que las oraciones de Jesús no eran como las que estaban acostumbrados a escuchar en su época. Fue al escuchar la forma tan personal en la que hablaba con su Padre celestial, que se sintieron motivados a pedirle que les enseñara a orar (Lc 11.1).

Como vivimos en un mundo lleno de tentaciones, pruebas, dificultades, cargas y pecado, nuestra vida de oración personal debe ser una prioridad, pues nos mantiene conectados a Dios y sensibles a su voluntad. Todo lo que hagamos lo podremos lograr de rodillas y rendidos ante el Señor, mientras le damos nuestro tiempo y escuchamos sus instrucciones.

2. Tener fe en Dios. El Salmo 103.19 dice: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”. Dios está en control de todo lo que existe; no solo de lo que sucede, sino también de las causas y de los métodos necesarios. Su soberanía es nuestro cimiento firme para creer y confiar en Él. En Proverbios 3.5, 6 nos da el siguiente consejo: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.

La única alternativa a la fe es la preocupación. Una vida consagrada a Dios pone a un lado las preocupaciones y confía en las promesas del Señor. Cada vez que una situación nos inquiete, debemos recordar quién está en control. Si reconocemos que la soberanía de Dios reina por encima de todo, no tenemos razones para preocuparnos. La mejor evidencia de nuestra fe es la ausencia de afán.

La confianza en el Señor también fortalece nuestra comunión íntima con Él. Mientras hablamos y le escuchamos, para luego responder en obediencia, nos guía y venimos a ser uno con Cristo en nuestra manera de pensar y en nuestro corazón.

3. Meditar en la Palabra de Dios. El salmista dijo: “Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche” (Sal 63.6). Meditar incluye leer la Biblia, reflexionar en sus enseñanzas y poner en práctica lo que nos ha dicho. Debemos hacerle preguntas y someter ante su autoridad todo lo que nos indique. Es como si nos detuvieramos a observar en el espejo de la Palabra de Dios, para ver lo que nos dice y luego mirar un poco más allá para verle a Él.

A medida que ponemos nuestra mirada en Cristo las preocupaciones se alejan y nuestra mente queda libre de aquello que nos estorba. El Salmo 119.133 debería ser parte de nuestras oraciones, pues nos dice: “Ordena mis pasos con tu Palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí”.

El tiempo de meditación nos mantiene alertas y sensibles para hacer lo que Dios nos ordene. Por eso es tan importante que apartemos tiempo cada día para estar a solas con el Señor por medio de su Palabra. Al leer y pensar en lo que dice, el Señor le habla a nuestro corazón.

Si deseamos que Dios llene nuestra mente con su Palabra, no debemos permitir que el mundo domine nuestros pensamientos. Es fácil vivir ocupados todo el día con los asuntos de este mundo y no dedicar tiempo para pensar en el Señor. Sin embargo, es esencial que dediquemos tiempo para meditar en la Biblia, si queremos tener una vida consagrada. Cada día debemos elegir entre caminar con el Señor o con el mundo.

4. Obedecer a Dios. Moisés le dijo a la nación de Israel: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra” (Dt 28.1). De igual manera, si vivimos en obediencia al Señor, andamos en un nivel más elevado que el del mundo. No se trata de menospreciar a otros, sino de escoger vivir bajo los mandamientos de Dios y desechar el estilo de vida del mundo.

5. Depender del Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en la vida de cada cristiano, pero el apóstol Pablo también nos dice que debemos “[ser] llenos del Espíritu” (Ef 5.18). El verbo en griego indica que esa es una acción continua, la cual significa vivir en obediencia a la Palabra de Dios, mientras dependemos y esperamos en Él para que nos fortalezca y nos guíe. Solo al depender del Espíritu Santo podemos llegar a ser y a hacer lo que Dios desea.

6. Dar a Dios y a otros. Contamos con una promesa en Lucas 6.38: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. Nunca podremos superar a Dios en generosidad. Pero si nos negamos a dar, declaramos que no le necesitamos. Solo el Señor puede predecir y proveer para nuestras necesidades futuras.

7. Perdonar a otros. No es fácil perdonar, pero es lo que Dios nos pide que hagamos (Ef 4.32). Aunque alguien nos traicione, debemos perdonar y confiar en que el Señor se hará cargo de la situación.

REFLEXIÓN
¿Qué aspectos de su vida debe cambiar para cultivar estos siete hábitos?
¿Cuál de ellos es el que le resulta más difícil? ¿Qué obstáculos tendrá que vencer?

(Dr. Charles Stanley).


Si aún no has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador personal, lee y medita esta Oración de Fe: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador , Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo .Gracias Jesús. Amén."
Si hiciste esta oración con fe. Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador, recuerda que si lo pediste de corazón, Dios hará cambios en tu vida. Dios obra en nuestras vidas. !Gloria a Él!

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