¿Quién soy yo para Dios?



Muchos de los comportamientos que actualmente rigen nuestra vida, nacen con una imagen inadecuada de quien es Dios y quién soy yo, para Dios. Por este motivo es importante revisar nuestras acciones, actitudes y comportamientos, ya que estos son una clara manifestación de lo que sucede en nuestro interior. El conocer y experimentar quién soy para Dios, me permitirá triunfar sobre muchos conflictos que han condicionado mi forma de pensar y vivir, y además, me permitirá experimentar sanidad respecto a la ausencia de la paternidad y el amor restaurador de un verdadero padre.

1. SOMOS ESPECIALES

Como hijos de Dios no somos uno más; somos especiales tesoros. (Deuteronomio 7:6-8)

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que Todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha Sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.

Cuando algo se define como especial es porque es muy valioso, de una gran significancia, de la más alta valía. Ahora bien, si creemos realmente que Dios nos ama y nos ha hecho por una razón especial, tal como la Biblia lo enseña, podemos aceptar con gratitud nuestra apariencia, capacidades, linaje y medio ambiente. La pregunta es: ¿Nos hemos apropiado del amor de Dios? Quizá hemos aceptado de un modo “intelectual” este amor. ¿Pero lo estamos experimentando? La fe y la convicción nos permiten apropiarnos de esa verdad y creerle a Dios y sus promesas para vivir y actuar como personas especiales.

2. SOMOS ÚNICOS

Dios lo hizo a usted para que fuera su hijo, y como buen Padre puso en usted lo mejor; por eso lo ve de una forma única y especial. (Deuteronomio 14:2).

Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra.

En la vida de todo hijo de Dios ha sido colocada una huella, una marca de bendición. Esta huella nos ha dado características propias y singulares, diseñadas para que vivamos según nuestro linaje. Dios tenía una idea muy clara de cómo íbamos a ser, aun antes de que naciéramos; sabía lo que estaba haciendo cuando nos hizo” ¡y lo hizo bien!. Tan valiosos y únicos somos que no solo nos hizo, sino que también nos compró a precio de sangre en la cruz.

3. SOMOS DE SU EXCLUSIVA POSESIÓN

Nada ejerce tanta influencia negativa sobre nuestra vida como el sentimiento de soledad y orfandad. En todo tiempo necesitamos sentir que pertenecemos a alguien: ¡necesitarnos un Padre!. En Su Palabra Dios Papá nos ha declarado que somos Suyos, le pertenecemos; luego, no nos va a dejar ni a descuidar. (Deuteronomio 26: 18-19).

“Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha prometido para que guardes todos sus mandamientos; a fin de exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor y fama y gloria, y para que seas un pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho”

Así nos ve Dios Papá: especiales, únicos y de su exclusiva posesión. Nuestro problema es que a causa de nuestra incredulidad no nos vemos como Él nos ve, ni queremos vivir conforme a nuestra herencia.

En la medida que les demos más crédito a los pensamientos de Dios que a los nuestros cambiaremos la percepción que tenemos de nosotros mismos y le confiaremos a Él nuestra vida.

4. SOMOS REPRESENTANTES – EMBAJADORES

Una vez aceptamos a Cristo en nuestro corazón, Él ingresa a nuestra vida capacitándonos para ser sus representantes aquí en la tierra, de modo que ya no vivo yo sino que Él vive en y a través de mí (Gálatas 2:20)

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Ahora bien la función de un representante es muy privilegiada, pues ser embajadores (representantes) de Dios aquí en la tierra tiene un propósito y función muy clara, entre ellas podemos destacar las siguientes:

a. Salvar Familias: Salvar una persona, es decir reconciliarla con Dios, es salvar toda una familia; ya que por lo regular las personas como son se reproducen, una persona representa generaciones. (2 Corintios 5:18-20)

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

b. Triunfar sobre nuestros temores: Lo que nos mueve a hacer lo que Cristo hizo por nosotros es el amor que le profesamos a Él, esto lo reflejamos en nuestras acciones para con los demás, como por ejemplo; evangelizar, compartir el mensaje de salvación, invitar gente a la reunión; todo esto tiene un mensaje trascendental: Soy Cristiano. Quien no hace esto sencillamente se avergüenza y niega a Dios (Mateo 10:33)

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

(Lucas 9:26) Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.

Los temores también son otros factores que no nos permiten ser efectivos a la hora de ser embajadores de Cristo, nos da pena hacer muchas cosas por temor del qué dirán, por temor a equivocarme, por temor a fracasar hemos dejado de lado muchos sueños y planes, por temor a lanzarme a asumir desafíos no hemos sacado a relucir dones y talentos innatos puestos por Dios en nuestra vida. (1 Juan 4:18)

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

c. Demostrar competencia: Cuando descubrimos nuestra valía y autoconcepto en Cristo, estamos listos para ser competentes, ya nada nos detendrá, porque nuestra competencia no provendrá de nuestros esfuerzos humanos, de capacidades y conocimientos efímeros, nuestra competencia provendrá literalmente de Dios. (2 Corintios 3:5)

No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios. La competencia que proviene de Dios nos hace eficaces, eficientes y efectivos en todo lo que somos y hacemos, por eso el cristiano que descubre y vive de acuerdo a lo que Dios dice que somos, vive en constante victoria.


Si aùn no ha recibido a Jesús en tu corazón como su Señor y Salvador personal, le invito a que lo haga, leyendo y meditando en esta Oración de Fe:
"Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador, Escribe mi nombre en el libro de la vida del Cordero, y prometo serte fiel y justo. Gracias Jesús. Amén."
Siéntase como un Hijo (a) de Dios y con una Familia que le recibe con júbilo y le ama como su Hermano (a) de Fe.

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