Cuando escapamos de una situación agobiante...

La mayoría de nosotros está familiarizado con uno de los sucesos más extraordinarios del Antiguo Testamento; pero quizás no entendemos cómo se aplica a nuestra vida.

Después de todo, ¿cómo podría un suceso que ocurrió miles de años atrás ser importante en el siglo XXI? Lo que sucede es que nada en la Biblia es innecesario o irrelevante. Aunque las civilizaciones y las culturas cambian con frecuencia, los principios bíblicos son los mismos pues Dios nunca cambia. Nos ha dado este Libro para revelarnos su personalidad y su forma de obrar, para que podamos aplicar su Palabra a nuestras vidas.

El libro de Génesis relata la historia de José, quien fue vendido por sus celosos hermanos para ser esclavo en Egipto. Después de que Dios le dio la interpretación del sueño de Faraón, José fue promovido para ser gobernador de Egipto. La interpretación de ese sueño y su sabio consejo salvaron a los egipcios de morir de hambre durante un extenso tiempo de sequía; y también proveyó una oportunidad para que toda su familia se reuniera con él en Egipto. Los israelitas se multiplicaron tan rápido durante los 400 años que estuvieron en esa nación, que otro Faraón que no conocía a José los esclavizó por temor a que llegaran a ser demasiado poderosos y fueran una amenaza para los egipcios.

Dios escogió a un hebreo llamado Moisés para sacar a los israelitas de Egipto. Él creció y fue educado como hijo de la hija de Faraón. Sin embargo, después de matar a un egipcio que le pegaba a otro hebreo, se vio forzado a huir para salvar su vida y pasó los siguientes cuarenta años en el desierto de Madián, hasta que el Señor le habló por medio de una zarza ardiente. Dios envió a Moisés de vuelta a Egipto, para liberar a su pueblo y traerlos a la tierra que les había prometido.

Como Faraón tenía un corazón endurecido, el Señor envió 10 plagas a la tierra de Egipto. Finalmente, como resultado de la última plaga todos los primogénitos de los egipcios murieron y Faraón accedió a dejar ir a los hebreos.

Cinco principios que aprendemos del gran escape de los israelitas.

1. Dios siempre sabe qué es mejor. 

Aunque Faraón había dejado salir de Egipto a los israelitas después de la décima plaga, al poco tiempo cambió de opinión, reunió a su ejército y salió a perseguirlos. Con la dirección de Dios los israelitas habían llegado y acampado cerca del mar Rojo, en donde fueron alcanzados por las fuerzas del Faraón. Al ver que el ejército egipcio se acercaba, sintieron temor al darse cuenta de que estaban atrapados y clamaron al Señor. Aunque los israelitas parecían estar en una situación agobiante, el Señor estaba en control y usaría esa circunstancia para mostrarles a los egipcios que era el único y verdadero Dios de Israel.

Por tanto, cada vez que enfrentemos tiempos difíciles, también debemos clamar al Señor y recordar que permite esas situaciones para cumplir su divino propósito, para demostrar su gloria y para enseñarnos que sus caminos son siempre los mejores.

2. Dios es fiel en sustentar a su pueblo. 

Los israelitas no tenían nada mientras vivieron como esclavos en Egipto; sin embargo, se fueron con muchas riquezas, pues Dios usó las diez plagas para forzar a los egipcios a darles lo que les pidieran. Tenían tantas ganas de que se fueran, que les dieron oro, plata, joyas y prendas de vestir.

3. Dios siempre está presente para guiar a su pueblo. 

Aunque los israelitas pensaban que estaban atrapados por el ejército egipcio, en realidad era Dios quien los había puesto en esa situación imposible, pues tenía una gran meta en mente que no podían percibir. La única manera en la que podían escapar era si el Señor intervenía y los rescataba.

El razonamiento humano no se compara con la omnisciencia de Dios, pues solo Él conoce el principio y el fin de todo. Debemos entonces confiar en el Señor y obedecerlo en todo lo que nos mande. El hecho de que no conozcamos todos los detalles no es una excusa válida para dudar y desobedecerlo.

4. El mandato más sencillo de Dios puede traer consecuencias sorprendentes y poderosas cuando lo obedecemos. 

Los israelitas no eran rivales para el ejército egipcio con todos sus carros de guerra. Habían sido esclavos y no contaban con soldados entrenados, ni tenían las armas para pelear. Su única esperanza era confiar en el Señor, quien por su gracia los había mantenido con vida durante todos esos años en la tierra de Egipto y los había hecho crecer hasta llegar a ser una gran multitud.

“Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Ex 14.13,14). Dios también le dijo a Moisés: “Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco” (v. 15, 16).

Mientras el pueblo avanzaba por la orden de Dios, lo que parecía ser una situación insuperable se convirtió en una liberación milagrosa. La columna de nube se situó en la retaguardia de los israelitas para separarlos de los egipcios, mientras avanzaban sobre el mar seco entre dos paredes de agua. Cuando los egipcios los siguieron, Moisés extendió su mano sobre el mar y volvieron las aguas a su lugar, matando a Faraón y a todo su ejército.

Nunca debemos examinar nuestras circunstancias basándonos en nuestras propias facultades, sino en la fidelidad de Dios. Tenemos que seguir sus órdenes en obediencia y confiar en que se ocupará de todas las consecuencias.

5. No busquemos a quién culpar, busquemos la ayuda de Dios. 

Cuando los israelitas se dieron cuenta de que los egipcios los tenían acorralados, le dijeron a Moisés: “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?” (v.11).

Siempre es más fácil culpar a otros por nuestras dificultades en vez de confiar en el propósito de Dios y en su fidelidad para con nosotros. Sin embargo, Isaías declara: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is 41.10).

REFLEXIÓN:
  • ¿Cuál es su primera reacción al enfrentar una situación agobiante? ¿En alguna ocasión ha intentado buscar su propia salida en vez de confiar en el Señor? De ser así, ¿qué sucedió?
  • ¿Cuál de estos cinco principios necesita aplicar a algún problema que quizás enfrente hoy o en el futuro?
(Dr. Charles Stanley).


Si aún no has aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador personal medita en esta Oración de Fe: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador, escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo. Gracias Jesús. Amén." Si hiciste esta oración con fe !Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador, recuerda que si lo pediste de corazón, Dios hará cambios en tu vida. Dios obra en nuestras vidas !Gloria a Él!

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