Nuestras Convicciones en torno al dinero...
El dinero es un tema en la mente de casi todas las personas.
Nos preguntamos si tendremos suficiente para cubrir nuestras necesidades, para pagar la educación de nuestros hijos, para aumentar nuestro fondo de retiro o para saldar las deudas. No hay nada de malo en hacer uso del dinero. El problema radica, en ocasiones, en la forma en la que lo usamos, o en el lugar que le damos en nuestra vida. Y como esto es parte esencial de nuestra vida, debemos desarrollar una convicción personal acerca de este asunto fundamentada en las enseñanzas bíblicas. Es de esa manera que podemos vivir sabiamente, mientras agradamos a Dios en todos nuestros caminos.
El Señor nos habla del dinero en la Biblia.
De hecho, podemos afirmar que hay más versículos acerca de este tema, que los que encontramos en relación a la oración, al cielo, o al infierno. La mitad de las parábolas de Jesús trataban de situaciones financieras. No nos equivocamos al prestar atención a las instrucciones que nos da en la Biblia, pues es la mejor guía para administrar las finanzas personales.
La perspectiva del mundo acerca del dinero.
La palabra clave que mejor describe la perspectiva del mundo es acumulación. La meta de muchos es obtener y acaparar la mayor cantidad de dinero para el futuro. Su interés principal está enfocado en ellos mismos. Es decir, sus deseos personales, sus necesidades, sus deleites y su seguridad. Y una vez que han obtenido la cantidad que deseaban, se esmeran en protegerla.
Esta perspectiva del mundo promete felicidad y seguridad financiera para aquellos que logren acumular en abundancia, pero ella es una promesa sin fundamento. Algunas de las personas con más riquezas en el mundo también son las más infelices, sin garantía de que no perderán lo que tienen algún día.
La perspectiva de Dios acerca del dinero.
Nuestra manera de pensar influye la forma en que administramos el dinero. Es por eso que debemos permitir que nuestras convicciones sean moldeadas por las enseñanzas del Señor.
- Dios es el dueño de todo. De acuerdo al Salmo 24.1: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”. Esto es lo primero que debemos comprender, pues todo lo que consideramos nuestro es realmente una posesión del Señor.
- Somos administradores del dinero de Dios. Si Dios es el dueño de todo lo que existe, entonces nosotros solo somos administradores de sus posesiones. Todo lo que nos ha dado, debe ser usado de acuerdo a su voluntad.
- La palabra clave del Señor es distribuir. A diferencia de la perspectiva del mundo, la cual hace énfasis en la acumulación, Dios desea que distribuyamos lo que nos ha dado. En vez de trabajar para recibir todo lo que deseamos, debemos ser personas que trabajan para dar todo lo que esté a nuestro alcance.
Dos aspectos relacionados con dar.
Nuestra manera de pensar influye la forma en que administramos el dinero. Es por eso que debemos permitir que nuestras convicciones sean moldeadas por las enseñanzas del Señor.
- La exhortación de Dios. Cristo, al hablar sobre la generosidad, anima a sus seguidores diciendo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lc 6.38). Lo que hacemos con nuestro dinero también determina lo que recibiremos. O dependemos de nosotros mismos para recibir lo que necesitamos, o damos de acuerdo a lo que el Señor nos muestre, y recibiremos lo que nos provee por su generosidad. No solo el Señor es el dueño de todo, sino que también tiene un control absoluto y puede dirigir sus recursos de la manera que determine.
- La advertencia de Dios. “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 T 6.9, 10). El dinero puede llegar a ser peligroso si no es usado de acuerdo a la voluntad de Dios. En vez de desear riquezas y de caer ante las tentaciones de este mundo, el Señor nos dice: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (v. 11).
La decisión.
Después de escuchar la exhortación y la advertencia que Dios nos da, todos debemos tomar una decisión. Tenemos la opción de obedecer al Señor al dar y confiar en que cumplirá su promesa de proveernos lo que necesitamos. O también podemos escoger acumular riquezas materiales, con el propósito de buscar bendiciones financieras. Pero esta segunda opción nunca conduce a la felicidad, pues solo al ser obedientes a Dios y vivir en comunión con Él, podemos tener gozo en nuestro corazón.
El plan financiero de Dios.
Malaquías 3.8-11 fue escrito para el pueblo de Israel, pero los principios que encontramos en este pasaje también se aplican en nuestro tiempo para los hijos de Dios. Dios requiere el diezmo, el cual consiste en el 10% de nuestros ingresos. Pero, como los israelitas no le obedecieron en esto, el Señor les acusó al decirles: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas” (v. 8). Si comprendemos que todo pertenece a Dios, debemos reconocer que, al no darle lo que nos ha pedido, le hemos robado.
- Dios bendice en abundancia a los que le dan de lo que tienen. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (v. 10). Si le obedecemos en relación a nuestras finanzas, seremos bendecidos abundantemente.
- Dios nos invita a probarle en lo relacionado con nuestras finanzas. Como conoce nuestras debilidades, nos desafía a probarle y ver cómo cumple lo que ha prometido (v. 10).
- Dios protege a los que dan. “Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril” (v. 11). Aunque parezca arriesgado seguir las instrucciones del Señor, nuestra obediencia nos sitúa bajo su cuidado y protección.
La importancia de la obediencia.
El Señor no necesita nuestro dinero, pues todo le pertenece. Lo que sí desea es nuestra obediencia. Si le amamos, seguiremos sus instrucciones. Dios conoce cada detalle de nuestra vida y es fiel para cumplir cada promesa que nos ha dado en su Palabra, solo debemos obedecerle.
- ¿Qué le impide dar el 10% de sus ganancias al Señor? ¿Es ese impedimento mayor que Dios?
- ¿Pueden algunos de sus temores financieros cancelar las promesas de Dios?
- Para obtener una perspectiva apropiada, compare la habilidad que usted tiene para acumular riquezas materiales, con el poder de Dios para proveer aquello que necesitamos, si somos obedientes a Él.
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