Tesoros del Corazón...



¿Qué es lo que más anhelamos?

Una gran mayoría de personas anhelan ser famosos, tener mucho dinero, posesiones, éxito en su trabajo o en los negocios. Pero todo eso tiene poco valor en comparación con las satisfacciones y riquezas espirituales. En la Biblia encontramos dos pasajes que afirman que María, la madre del Señor Jesús, guardó en su corazón todas las cosas que sucedieron en relación con el nacimiento en especial y la vida en general de nuestro Salvador (Lc 2.19, 51). Aunque no entendió por completo lo que eso implicaba, no cabe duda que varias veces en su vida reflexionó detenidamente acerca de cada una de ellas.

También nosotros debemos guardar esa clase de tesoros en nuestra memoria y en nuestros corazones. Estos abarcan eventos especiales como experiencias en nuestra relación personal con Él, victorias espirituales, solución de problemas difíciles, y muchas otras bendiciones que Dios nos ha concedido. Al atesorarlas debidamente, todos podremos llegar a ser personas de gran utilidad para el Señor y fieles siervos de Aquél “que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Ap 1.5, 6).

El matrimonio en tiempos bíblicos

En los primeros años de la adolescencia, una jovencita judía se comprometía con su futuro esposo. El padre de la joven hacía todos los arreglos previos al matrimonio y los compromisos eran como estatutos jurídicos: sólo la muerte o el divorcio podían anularlos. Tenían duración de un año, tiempo en que el novio construía la casa para su novia. Aunque el contrato era permanente, la pareja no podía tener relaciones sexuales sino hasta después de la boda. La infidelidad durante ese lapso era considerada adulterio y la parte culpable era condenada a muerte y ejecutada a pedradas. Aunque la comunidad no apedreara a una mujer que se embarazara, ese desliz la convertiría a ella en infame junto con toda su familia, pero su prometido quedaría libre del compromiso.

En el caso de María, José aceptó las indicaciones del ángel y decidió no difamarla sino tomarla por esposa (Mt 1.18-25), adoptar al niño y asumir todas las responsabilidades como padre.

Eventos que atesoró María en su corazón

Dio a luz al Hijo de Dios. En su vientre llevó a un niño que al nacer fue semejante a cualquier otro, pero su origen fue divino. María atesoró en su corazón ese profundo misterio de que el niño Jesús no solo era el hijo de sus entrañas sino, a la vez, el “Hijo del Altísimo” (Lc 1.32). Es decir, Dios en carne humana, pero sin pecado.
Comprendió que su Hijo sería su Salvador. Ella concibió este concepto aun antes del nacimiento del niño, por lo que expresó su indignidad, así como su reconocimiento por las “grandes cosas” que “el Poderoso” le había hecho a ella en particular (Lc 1.49). Sin duda que a medida que el niño crecía ella fue captando detalles del ministerio que su Hijo fue desarrollando a fin de llevar a cabo la misión que le había sido encomendada.
Cambió su autoridad como madre por la autoridad divina de su Hijo. Mientras Él vivió en su hogar terrenal, se sujetó en todo a sus padres (Lc 2.51), cumpliendo así el precepto establecido en la Ley de Moisés que jamás ha sido anulado. Por su parte, María tuvo que renunciar a su autoridad materna y reconocer la ley superior a la que su Hijo debía someterse. Al mismo tiempo Él mismo, a lo largo de su ministerio, varias veces dijo que lo que hacía era en absoluta sujeción y obediencia incondicional a su Padre.
Le dio vida física al Señor Jesús; Él le dio vida eterna. Aunque ella lo había traído al mundo, con todas las limitaciones típicas de cualquier recién nacido, Él tuvo el poder necesario para que ella también fuera perdonada de sus pecados como el resto de la humanidad que viene a este mundo.

¿Qué es lo que nosotros debemos atesorar en nuestro corazón?

Personas. Si estamos casados, es natural que nuestro esposo o nuestra esposa sean nuestro tesoro. Otras personas también pueden ocupar un lugar muy especial en nuestra vida, ya sea por su conducta ejemplar o por el impacto que en una u otra forma hayan tenido en nosotros.
Posesiones. Muchos tienen en gran estima una sortija especial o un objeto recibido como reconocimiento por su labor. Quizás sea algo que lograron obtener con grandes sacrificios o privaciones, y cuya posesión han podido disfrutar plenamente.
Promesas. La Biblia está llena de promesas de Dios que nos han motivado y sirven de guía en todo momento, como la de Proverbios 3.5, 6, que dice:“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas”. ¿Cuántas promesas han dejado huella perdurable en nuestras vidas y a ellas nos hemos acogido en repetidas ocasiones?
Momentos de oración. En muchas ocasiones hemos escuchado la voz de Dios con claridad y hemos podido entender sus instrucciones, ser consolados, fortalecidos o motivados para entrar en una nueva etapa de nuestra vida. ¡Esos son momentos preciosos, tesoros inolvidables debido a las bendiciones que hemos recibido!
Momentos de adversidad. Esas ocasiones pueden llegar a ser tesoros al darnos cuenta de la fidelidad de Dios en el sufrimiento. Cualquier sufrimiento o evento aparentemente contrario a nuestros deseos puede despertar nuestra sensibilidad a los sentimientos de otras personas e impartirnos lecciones espirituales muy provechosas.

REFLEXIÓN:
¿Qué es lo que más aprecia usted en la vida? 
Le sugiero que haga una lista de las cosas que considera como verdaderamente valiosas para usted. Comience con el hecho de la relación estrecha que usted tiene con el Señor Jesucristo. Continúe añadiendo muchas otras bendiciones de las que el Señor le ha permitido disfrutar en la vida, incluyendo aquellas que le han servido de lecciones inolvidables y que le han permitido crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo como su Señor y Rey. Al mismo tiempo, lo que haya sido de mayor valor es lo que ha contribuido para determinar la clase de persona que usted todavía pueda llegar a ser en el futuro. Por consiguiente, ruegue al Señor que los tesoros que usted elija sean los que tengan significado eterno y le mantengan fiel a Él y a sus preceptos.

(Dr. Charles Stanley).


Si aún no recibiste a Jesús como tu Señor y Salvador personal lee y medita esta Oración de fe: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador. Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo . Gracias Jesús. Amén."
Si hiciste esta oración con fe. Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador, recuerda que si lo pediste de corazón Dios hará cambios en tu vida. Dios obra en nuestras vidas Gloria a Él.

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