Que no se turbe tu corazòn...


“23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:23-27

En los capítulos siguientes, vemos a nuestro Señor Jesús en sus últimos momentos, orando y compartiendo con los discípulos. Así que Juan 14 es un preámbulo al hecho de que ya Jesús había comenzado a preparar a sus discípulos para lo que iba a ocurrir. Estaba diciéndole a Pedro: No tengas temor, que no se turbe tu corazón; afuera vas a ver problemas, revolución, pero que tu corazón no se turbe.

Que tu corazón no se turbe. ¿Por qué se turba nuestro corazón? La razón principal es porque creemos que Dios no tiene cuidado de nosotros. Decimos creer en Dios, amarle con todo nuestro corazón, que adoramos sabiendo que Él nos escucha, que creemos que cuando oramos Él nos oye, que cuando ofrendamos Él va a recompensar nuestra generosidad; pero cuando llegan los problemas cuestionamos si en realidad le importamos o no.

En Mateo 6, Jesús dijo a sus discípulos: Si yo cuido de las aves, voy a cuidar de ti. Tú eres más grande que la naturaleza, eres su máxima creación; ¿tú no crees que Él te va a cuidar? Cuando los discípulos quisieron aprender a orar, Jesús les enseñó el Padre nuestro: Padre nuestro que estás en los cielos. Para que ellos supieran que no le oraban a un Dios distante, sino a alguien que tenía cuidado de ellos.

Hoy, tu corazón perturbado es por tu ocupación de que si Dios tiene cuidado de ti o no. La tormenta, el viento, el ruido no despertó a Jesús, pero el clamor de Pedro y los discípulos sí lo despertó. Jesús estaba durmiendo, descansando. Crees que no había ruido, susto, viento, ruido del agua? El viento y la tormenta no lo despertaron, el agua entrando en la barca no lo despertó, pero cuando los discípulos clamaron, cuando pidieron, el clamor de sus discípulos lo despertó. Mientras la tormenta no despierta a Dios, mientras no le mueven, tu clamor sí lo levanta, lo despierta, hace que Él se levante para traer paz a tu vida.

Dios no se ha olvidado de ti. Pedro le dijo: Señor, ¿no ves que perecemos? Jesús lo miró y le dijo: Pedro, vamos a cruzar al otro lado; Pedro, no me movió el viento, ¿crees que no lo oí? Nada de eso me mueve, pero tu clamor, tu petición sí me mueve.

La petición que tienes delante de Dios, tu clamor mueve a Dios, lo levanta, lo despierta. Esa es la seguridad que tú debes tener hoy. Esa seguridad te la debe dar el Espíritu Santo. Dice la Biblia que cuando oramos, debemos tener la seguridad de que Él nos escucha. El Espíritu Santo nos conecta con el Padre, nos recuerda su palabra, nos enseña su propósito, te deja saber que Él tiene cuidado de ti.

Hoy, en medio de lo que estás viviendo, quizás piensas que Dios te abandonó, pero ahí donde estás hoy, tu clamor lo despierta, tu oración lo despierta, tu ofrenda provoca que Él tenga memoria de ti. Dice el salmista en Salmos 20, que en el día malo Dios haga memoria de nuestras ofrendas y acepte nuestros holocaustos, y añade: Vendrá ayuda de Sión, de Jerusalén. Tú has sembrado a lo largo de toda tu vida, y tu semilla no está perdida. Dios tiene cuidado de ti y en el día malo Él va a responder a tu vida. La tormenta no lo despertó, los vientos no lo despertaron, la gritería no lo despertó, el agua chocando contra la barca no lo despertó; pero cuando clamaron a él, él se levantó. Los problemas no lo despiertan, pero tu clamor sí lo levanta.

Ten paz, ten fe, ten calma, tranquilidad, seguridad. Dios va a responder tu clamor. Él ha visto tu clamor y Él va a responder a tu vida.

(Ps. Otoniel Font).

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