Una Conversación con Dios...

Nos acercamos a un momento sumamente importante para los creyentes, para los cristianos, momento donde celebramos la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Ese fin de semana, el mundo completo se paraliza y tiene que pensar en la razón de ser de ese detente. Nosotros, los creyentes, debemos buscar siempre la mejor manera de celebrarlo y concientizarnos cada vez más de lo que representa.

Hoy quiero lanzarte un reto de fe. Quiero enviarte un escrito donde te comparto lo que es la Preciosa Semilla. Más adelante te cuento cómo obtenerlo.

Hoy quiero inspirar tu fe. El tiempo de Semana Santa ha sido el tiempo donde hemos experimentado los milagros económicos más grandes en nuestra vida. Hay una atmósfera que se crea, un ambiente propicio para una semilla real de fe, donde le crees a Dios, donde haces algo que nunca antes has hecho, esperando resultados maravillosos.

En la Biblia, vemos este término: La Preciosa Semilla. El Viernes Santo y Domingo de Resurrección, lo que celebramos es que la Preciosa Semilla, la semilla más grande, lo mejor de Dios, Él lo sembró aquí en la tierra. Dios no escatimó; su Hijo no escatimó en dejarlo todo y entregarlo por ti. Fue sepultado, encerrado en una tumba, y un día se levantó y resucitó, y todavía al día de hoy, sigue dando frutos.

Esa semilla se sigue multiplicando. La única razón por la que hoy tú puedes clamar o reclamar o decir que le sirves a Dios, que eres hijo de Él, es porque la mejor semilla se sembró en un día como el Viernes Santo, y tres días después resucitó. ¿Qué mejor ambiente para creerle a Dios por un milagro económico? Cuando tú hagas tu mayor esfuerzo, Dios va a multiplicar tu semilla de fe.

Ese término La Preciosa Semilla se refiere a nuestro Señor Jesucristo.

“5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” Salmos 126:5-6

Comienza en plural, pero termina en singular. Muchos siembran y siegan, pero de esos, el que va andando y llorando, llevando la preciosa semilla, ese volverá con regocijo y trayendo sus gavillas. Sus resultados serán diferentes, mejores.

Este verso habla proféticamente de Jesús, de la persona de Cristo; Él es la Preciosa Semilla.

Un principio valioso

Pero detrás de ese acto, de ese momento de fe histórico que cambia la vida de una persona, hay un principio valioso, y es que tú no puedes decir que amas a alguien, y no presentar lo mejor de ti. No puedes decir que amas a alguien realmente, sin comprometerte en hacer lo mejor por esa persona. No puedes decir que alguien es valioso para ti, y retener lo mejor que tú tienes.

Cuando hablamos de la Preciosa Semilla, de esta ofrenda, la cantidad con la que tú te presentas delante de Dios, no la puedes comparar con lo que otros hagan, sino contigo mismo. El valor de una ofrenda ante los ojos de Dios no es por comparación con los demás. Dios no mira el sobre de tu vecino en la iglesia para ver quién dio más o quién dio menos. Dios mira el corazón de cada uno de los que están dando, el contexto en el que cada uno se encuentra, el momento que cada uno está viviendo. Es así que Dios ve la fe de cómo cada uno actúa.

El valor de las cosas es subjetivo. Un automóvil tiene un costo, lo que se requiere para construirlo. Tiene, además, un precio, que se le asigna basado en la ganancia que se quiera generar, en los pagos que hay que incurrir con los vendedores. Pero algunos tienen también un valor especial. Un auto puede costar, por ejemplo, $10,000 construirlo, y venderse en $15,000. Pero si en ese auto se montó su artista favorito, o si lo usaron para una película reconocida, puede que haya personas dispuestas a pagar varias veces esa cantidad. Aunque no haya costado tanto, aunque ese no sea el precio, es el valor que tiene por causa de lo ocurrido con ese auto en particular.

Así que el valor es subjetivo y tiene que verse en el contexto. Lo que es valioso para ti, entonces, no es valioso para Dios. Lo que es preciado bajo el estándar del mundo, no necesariamente es lo que Dios ve como preciado en tu vida. Tienes que aprender a mirar cómo Dios mide las cosas.

Cuando Dios te fue a salvar, lo hizo dando lo mejor de sí. Él no podía enviar un ángel o hacer otro tipo de sacrificio; Él tenía que dar la Preciosa Semilla.

Quiero retar tu fe. Quiero creerle a Dios contigo por un milagro económico. Permite que sea Dios quien ponga en tu corazón lo que es preciado en tu vida, para que tú entonces puedas darlo y que Él pueda hacer algo maravilloso contigo.

Una conversación con Dios

“Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” Génesis 22:1-2

Esto que se nos narra es una conversación entre Dios y Abraham. O sea, Dios le dice a Abraham que tome a su hijo, y Abraham pregunta a cuál; Dios responde: a tu único; y Abraham dice: pero tengo dos; y Dios le dice: Isaac; Abraham pregunta por qué Isaac, y Dios le responde: porque es a quien amas.

Para el pueblo judío, este es el pináculo de la fe de un hombre. Y es aquí donde se le da inicio a la fe judía; esta es la base del cristianismo. Abraham es el padre de la fe.

Cuando Dios quiere llevar a Abraham a un nuevo nivel para que experimente algo que de otra manera no iba a vivir, Dios tiene la confianza de pedirle esto a Abraham. Dios no iba a pedirle eso a cualquiera. Él se atreve a pedirles cosas así, cosas extremas, extravagantes, cosas que parecen locura, a aquellos con los cuales ya tiene una relación de confianza.

Dios le pide la preciosa semilla a Abraham. Le pide: Dame lo mejor. Dios estaba diciendo: En la tierra tiene que haber alguien que pueda abrir la brecha, para que yo pueda entonces enviar lo mejor de mí.

En aquella conversación, Dios estaba pidiendo el mejor sacrificio, la preciosa semilla. Dios le pidió lo valioso. Abraham amaba a Ismael; le dolió tener que separarse de él en un momento dado; le dolió tener que dejar ir a Ismael, pero nada tan complicado como dejar a aquel que amaba. Cuando Dios le dijo: Obedéceme, saca a Ismael de aquí y a la sirvienta; vemos la batalla, y Dios tiene que decirle: Tranquilo, yo voy a cuidar de él. Así que fue un momento difícil, pero nunca tan difícil como el de entregar a Isaac. Cuando dejó que Ismael se fuera, todavía le quedaba uno en la casa; y cuando Dios pidió ese uno, hubo una batalla emocional al principio, pero Abraham reaccionó obedientemente y fue delante de Dios.

¿Te atreverías tú a obedecer a lo que Dios te está pidiendo que hagas en este momento?

Oramos que tengas la valentía y la fe que tuvo Abraham. En el pasado, quizás le has dado cosas buenas a Dios, como cuando Abraham dejó ir a Ismael. Fue duro, pero fuiste obediente. Y ahora Dios te está pidiendo algo especial. Esto es para ti que, por la relación que Dios tiene contigo, Él es capaz de pedirte algo como esto. Créele a Dios que Él va a multiplicar tu preciosa semilla al ciento por uno.

(Ps. Otoniel Font).

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