La Palabra de Dios no tiene sustitución...


Tenemos que saber que no existe tal cosa como una ideología o un sistema de gobierno que pueda proveer lo que solo Dios nos puede dar. No importa el sistema de gobierno que tú pienses, el ideal que tú tengas; no importa si tú piensas en el socialismo como la cosa más bonita del mundo donde quitarle al rico para compartir con el pobre para que todo mundo tenga las cosas iguales o simplemente si crees en el capitalismo donde cada cual tenga oportunidades para prosperar y progresar y seguir hacia delante, lo importante que, como cristianos y como creyentes, debemos tener claro es que en realidad ningún sistema ideológico tiene la respuesta para la vida humana. Es solo a través de la predicación del Evangelio que se puede cambiar la vida de una persona y, eventualmente, toda una sociedad.

Aquel que haga de un ideal de gobierno su dios, comete un grave error. No importa si tu dios es el socialismo, el comunismo o el capitalismo, tú tienes que saber que ninguno de ellos puede hacer por ti lo que solo puede hacer por ti la sangre de Cristo. Y tiene que haber un momento donde la iglesia se desconecte de las ideologías políticas y que sepamos cuál es nuestra verdadera función. Nuestra función como iglesia y como individuos no es promover ni uno ni el otro, sino sobre todas las cosas, promover la predicación de la palabra del Señor, que no importa el sistema en que tú vivas, es la que te va a dar la solución y la respuesta.

Nuestro Señor Jesucristo viene a restaurar la obra que se perdió cuándo Adán peca. En el huerto del Edén, Adán entrega su autoridad por causa del pecado, y cuando nosotros vemos a Jesús resucitado en el futuro, luego cuando él se levanta de aquella tumba, la primera mujer que lo ve, lo ve como un hortelano; y ella pensó que se había confundido pero la realidad es que estaba viendo a Jesús como tenía que verlo. Jesús vino a ser el nuevo jardinero, el nuevo hortelano que vino a recuperar el Paraíso que el mundo había perdido. Ese Paraíso no es para el más allá; ese Paraíso es para el más acá, es para esta temporada; y nosotros podemos vivir en esa plenitud de relación con el Señor.

Hay ciertos pensamientos que nos hacen perseverar en esa revelación de continúa relación con nuestro Padre celestial. Debemos ver a Dios como dos cosas en nuestra vida: como el proveedor, y como el protector. Si algo aprendemos del huerto del Edén, es que muestra dos cosas del carácter de Dios: Él es quien provee, Él pone al hombre en un lugar de abundancia, en un lugar de bendición, con todo lo que el hombre necesita, con todo lo que al hombre le hacía falta. Así que, cuando nosotros vemos a Dios, tenemos que ver un Dios que provee, un Dios que próspera; ese Dios lo explicamos pero no enfatizamos tanto porque ese todo el mundo lo puede entender, todo el mundo lo puede ver, ese es fácil. El problema, donde se complica, es cuando lo vemos como protector porque no a todo el mundo le gusta el protector porque el protector tiene que poner límites, y no a todo el mundo le gustan los límites.

Si quieres una buena foto con tus hijos, tómatela luego de regalarles algo; nunca pidas foto cuando les hayas dicho: tienes que estar aquí a las 9 de la noche. Porque en el momento que empiezas a restringir, a limitar, la percepción cambia. Comienzan todos esos pensamientos, pero la realidad es que tú no puedes proteger a nadie, si no le pones límites.

Para poder proteger, tienes que poner límites, y a la gente no le gustan los límites.

Dios nos pone límites y el problema es que, mientras Dios sea bueno dándonos todo, no tenemos problema con Él; pero el día que Dios comienza a ponernos límites, entonces, no lo podemos amar ni respetar ni servir porque a nadie le gustan los límites.

Dios es quien pone los límites morales, Dios es quien pone los límites mentales; Dios es quien quiere establecer en nuestras vidas aquellas cosas que debemos, podemos, y no debemos hacer, simplemente, para que nosotros podamos tener esa vida protegida y cuidada, y podamos vivir en ese huerto del Edén.

¿Qué diferencia hay entre una selva y un huerto? La diferencia más grande entre una selva y un huerto es bien sencilla: que el huerto tiene verjas, el huerto tiene protección, el huerto lo cuidan, lo protegen para que no entre ningún intruso; en la selva, que sobreviva el más fuerte. Y la gente, a veces, dice que prefiere vivir en la selva. El problema es que, cuando lo llevamos a la parte práctica, no es la realidad de lo que la gente desea. Así que, tenemos que aprender a saber que Dios si nosotros queremos vivir en un huerto del Edén, en esa plenitud con Dios, tenemos que permitir que Él sea nuestro protector, y ponga límites en nuestra vida.

Hay un montón de ideologías en la sociedad en estos tiempos, que van poco a poco llenando al hombre de tantos pensamientos negativos, específicamente para desconectarnos de esas dos cosas importantes en referencia a Dios, de que Él es nuestro proveedor y de que Él es nuestro protector, y de que Él nos va a poner límites. Por ejemplo, la tecnología, la ciencia, la medicina en particular, ¿qué trata de prometernos? No trata de prometer una larga vida o hasta probablemente una vida eterna donde entonces comenzamos a aceptar cosas en nuestras vidas, simplemente pensando que es la ciencia, la medicina, la que nos va a dar la largura de vida y el bienestar de vida que todos nosotros nos merecemos. Por eso, la gente pelea por el servicio médico, por los la los planes médicos, por las medicinas. Y esas son luchas que hay que dar. No hay ningún problema con que tú te tomes una medicina; es más, tú no pierdes la fe por tomarte una medicina, pero te tomes la medicina que te tomes, no importa porque el día que Dios diga que mueres, mueres. El día que te toca, te toca. Te puedes tomar todas las medicinas del mundo, y si Dios dice: se acabó; se acabó. Así que, el punto no es que tú no uses tecnología porque tampoco creemos en teorías de conspiración. El punto es que nunca podrás tener verdadero descanso, mientras tu dependencia esté en la tecnología y en la medicina.

Dios es el Autor de la vida, Dios es quién te da la vida, día tras día.

Si tú te tomas una medicina, tómatela. ¿Tienes acceso a ella? ¡Gloria al Señor! Haz todo lo más que tú puedas por vivir bien, por estar bien, pero que tú sepas que, con medicina o sin medicina, el Dios Todopoderoso es quien decide darte aliento de vida cada mañana, y que Él es el que determina cuándo tú te levantas y cuándo tú vas a terminar aquí en esta Tierra.

Tu dependencia tiene que estar con Dios. Si Él determina que tus días eran cortos, no vas a pelear, vas a hacer todo lo posible por vivir lo más que puedas, pero a la larga y a la postre, te entregas en Él, no peleas; simplemente, sabes que Él es tu Señor, y no permites que el mundo te haga creer que dependes del mundo. Tu sanidad y tu salvación no vienen de un doctor, no vienen de una medicina, no vienen de una planta; vienen del Dios Todopoderoso que te transforma y que te cambia y que en Él es que tú tienes que confiar.

(Ps. Otoniel Font).

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