La Palabra te transforma por dentro y por fuera...

 

La palabra escrita inspirada por Dios tiene el poder para transformar la vida de una persona -aquí está la clave -, por dentro y por fuera.

“16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16-17

Uno de los errores que vemos comúnmente en la iglesia con respecto al Espíritu Santo y a su obra en la vida de una persona, es que solo aplicamos la obra del Espíritu Santo a la transformación espiritual, a la salvación para el más allá, a la transformación del espíritu, la renovación de adentro; pero el mismo Espíritu que te renueva adentro, te tiene que renovar afuera.

Cuando una persona, por ejemplo, es adicta a las drogas, si le entrega su vida al Señor, es salva por dentro; pero el mismo Dios que le salva por dentro, le puede salvar por fuera, y le quiere salvar por fuera. Pero a los cristianos nos gusta quedarnos calmados con que se salvó por dentro, y no podemos creer en la obra del Espíritu Santo para que lo salve por fuera.

Si una persona entiende lo que es la obra redentora de Cristo, lo que Cristo hizo por su vida y lo que Cristo vino a hacer por él, la mayoría de sus problemas emocionales -por no decir todos -, se deben resolver. Y tú dirás: pero no a todo el mundo le funciona. O sea, ¿estás diciendo que el Espíritu Santo puede con unas cosas, y con otras, no? Y pensarás: pero la gente a veces necesita consejería. Entonces, estás diciendo que Dios sí te puede llevar al cielo, y el Espíritu Santo te puede salvar, pero no puede sanar todas tus heridas emocionales, ya que tú vas a necesitar de ayuda humana para algo que deberías depender del Espíritu Santo. O sea, que ¿la obra y el poder de Dios está solo limitado a lo de adentro, y no a lo de afuera?

Creemos en la consejería, y hay quien tiene que necesita rehabilitación; pero una persona que tiene una experiencia con el Espíritu Santo realmente y entiende la obra redentora de Cristo sobre su vida, deja la victimización. Aun en la misma iglesia, eso es lo que hemos acostumbrado; a montón de gente con la pena, con la tristeza; y entonces, nos vamos a la casa contentos con que, por lo menos, es salvó; y está bien, pero que se vea afuera también, que se vean tu vida; que se te vea firme, que se te vea parado, sólido, firme. Que se pueda ver la obra de Dios en tu vida.

Tú no puedes decir que el Espíritu Santo no puede sanar la depresión, la tristeza. no es que no se dé consejería; podemos hablar contigo, conversar; pero aun detrás de toda consejería que se te dé, nuestras palabras, son poco lo que pueden hacer; si Dios no está detrás de esas palabras, y tú no recibes esas palabras, si no te quieres levantar y no quieres cambiar, nada va a pasar en tu vida.

Lo que creamos es, a veces, dependientes, parásitos; gente que lo que vienen es a buscar. La iglesia está llena de eso. Entonces, lo curioso es que hablan en lenguas, pero siguen empobrecidos, manipulando a la gente, siguen llorando por lo mismo; no se ve un cambio en sus vidas. Los cambios no van a pasar de un día para otro, pero dice la Biblia que la Palabra no va a tornar atrás vacía, a través de los tiempos. Así que, a través de los tiempos, debe verse una obra en tu vida. Si pasa el tiempo y sigues con la misma cosa, entonces, no estás creyendo en el poder de Dios, no estás creyendo en la obra redentora de Cristo, no estás creyendo en el poder libertador de la palabra de Dios sobre tu vida.

La iglesia tiene que pararse firme. No podemos seguir creando cristianos débiles, no podemos seguir criando cristianos basado en la ideología del mundo, donde alguien te tiene que mantener, alguien te tiene que sostener. El que te tiene que mantener no es el gobierno ni tampoco la iglesia, es el poder de Dios que te va a dar la oportunidad de levantarte y pararte firme sobre tus pies. Tenemos que tener esa autoridad en nuestra vida. La iglesia tiene que entender eso; la obra de Dios siempre va por dentro y por fuera.

En Éxodo 35, Dios comienza a hablarle a Moisés, y a decirle cómo Él quiere que Moisés cree un lugar donde Él pueda habitar. Dios le dice a Moisés: Moisés, apunta te voy a dar el diseño del Tabernáculo, y tú vas a construirme este lugar, de esta manera. Y Dios no escogió porquerías para Él vivir.

Dios pide que la caja donde Él va a vivir, esté forrada con oro por dentro y por fuera. ¿Quién iba a ver el oro de adentro? Él. Pero pensaríamos: si nadie lo va a ver, ponle una cortina, un parcho porque nadie lo va a ver, el gasto es de más. Pero cuando Dios dice: constrúyeme el arca; las instrucciones y todo era hermoso, para que la gloria de Dios fuera manifiesta allí.

Ahora, uno puede pensar que Dios se podía conformar con que fuera la nube lo que la gente viera, o con que fuera un resplandor, pero Dios no quiso eso porque Él quiere que la obra sea por dentro y por fuera. Ya antes de Él descender allí, bautizó con su Espíritu a gente que creara lo que, por fuera, se iba a ver, donde Él iba a habitar adentro; nadie iba a ver lo de adentro, pero todo el mundo iba a ver lo de afuera.

“30 Y dijo Moisés a los hijos de Israel: Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; 31 y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, 32 para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, 33 y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa. 34 Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; 35 y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño.” Éxodo 35:30-35

Dios dice: yo les he dado talentos, yo voy a llenar de mi Espíritu a esta gente porque, donde yo voy a habitar, va a ser hermoso por dentro y por fuera, la gente lo va a ver; cuando la gente vea las cortinas del templo, van a ver algo maravilloso, van a ver algo poderoso. Porque la obra de Dios se tiene que ver por dentro y por fuera.

Por eso es que tenemos que creer en la excelencia, por eso es que tenemos que creer que tenemos que ver lo mejor en nuestra vida. No es que tú tengas que ser millonario, ser rico, pero tu casa tiene que estar limpia; no me digas que tú tienes un buen matrimonio, y tienes una asquerosidad de casa, los trastes están sin limpiarse, la ropa está sucia. Tú no tienes que ir con ropa cara y fina a la iglesia, pero ve con ropa limpia, arreglada, planchada; péinate, que se vea la obra por dentro y por fuera.

Cuando Dios está en ti, hermano, hasta alegría te debe dar, tu rostro debe brillar. No vayas a la iglesia todo el tiempo llorando; el día que estés triste, le dices al ujier: déjame la caja de servilletas aquí; pero ve con alegría de vez en cuando. Llega a contar un testimonio de vez en cuando, llega a decir: ¿sabes qué?, yo vengo a adorar a Dios hoy, a celebrar a Dios, a gozarme de lo que Dios ha hecho.

Que se pueda ver algo porque la obra de Dios tiene que ir por dentro y por fuera.

(Ps. Otoniel Font).

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