Postulado 4: Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen

 

¿Alguna vez has considerado lo maravilloso que es ser creada a la imagen de Dios? Este postulado nos recuerda que tanto el hombre como la mujer fueron diseñados por Dios con igual valor y dignidad, pero con roles distintos y complementarios. En este artículo, exploraremos cómo esta verdad transforma nuestra identidad como mujeres y cómo podemos vivir conforme al diseño divino en un mundo que a menudo distorsiona la verdad sobre lo que significa ser mujer.

En Génesis 1:27 encontramos la base para este postulado: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó." La igualdad en valor y dignidad es clara: tanto el hombre como la mujer son reflejos de la imagen de Dios, lo que les otorga un valor intrínseco y eterno. Sin embargo, en Génesis 2:18 vemos que la mujer fue creada como "ayuda idónea" para el hombre. Ambos tienen roles específicos que, al unirse, cumplen el propósito divino de reflejar la plenitud de la imagen de Dios en la creación. La palabra  idónea viene de  "knegdo" en hebreo,  y significa "frente a él" o "correspondiente a él". 

"Idónea" implica no solo que la mujer es adecuada o apropiada, sino que, en el diseño de Dios, ella tiene cualidades y capacidades que completan al hombre de manera única, estableciendo una relación de interdependencia.
Esto no implica subordinación, sino una relación de complementariedad. Ambos, hombre y mujer, tienen roles distintos pero igualmente valiosos en la creación de Dios. La mujer no fue creada para ser una mera ayudante pasiva, sino una socia activa en el cumplimiento del mandato de Dios de dominar la tierra y cuidar de la creación (Génesis 1:28). Así, al entender "ayuda idónea", vemos que la mujer desempeña un rol crucial y significativo que refleja la sabiduría, la gracia y el diseño perfecto de Dios para su creación.

A lo largo de la Escritura, vemos cómo esta complementariedad se aplica a nuestras vidas: las mujeres no deben ver su rol como un papel subordinado, sino como un llamado a reflejar la gloria de Dios a través de sus atributos y funciones únicos. Ser "ayuda idónea" no significa inferioridad, sino una colaboración armoniosa que muestra el carácter de Dios de manera integral. La verdadera belleza y equilibrio en la creación se encuentran en cómo los hombres y las mujeres se complementan y se ayudan mutuamente a cumplir su propósito divino.

Preguntas reflexivas:
  • ¿Cómo puedes ver y valorar la complementariedad entre hombre y mujer en tus relaciones personales, en el hogar o en la iglesia?
  • ¿En qué áreas de tu vida puedes abrazar con gratitud el rol único que Dios te ha dado, sin compararte con los demás?
Aplicaciones prácticas:
  • Reflexiona sobre cómo puedes vivir en armonía con los hombres, reconociendo que ambos tienen el mismo valor pero desempeñan roles diferentes que se complementan. Considera cómo en tu hogar, iglesia o trabajo puedes aportar con humildad y gratitud en tu rol designado por Dios.
  • Haz un esfuerzo por ver a las mujeres y a los hombres de tu vida con los ojos de Dios: como portadores de Su imagen, con roles complementarios que deben ser valorados y celebrados. Practica la aceptación y el respeto por los roles de los demás, sabiendo que en Cristo todos somos iguales en valor.
Conclusión:

Ser creadas a la imagen de Dios es una verdad que debemos abrazar con gozo y gratitud. Hoy, más que nunca, debemos reconocer que nuestros roles, tanto como mujeres como hombres, son parte del diseño perfecto de un Dios sabio y amoroso. Que cada mujer pueda caminar con la seguridad de su valor, sabiendo que refleja la gloria de Dios, y que viva con el deseo de complementar, colaborar y vivir en armonía con el diseño divino que Él ha establecido. Que en este camino, todos podamos ser reflejos de Su imagen para el mundo que nos observa.

(Inspirado en El Manifiesto Mujer Verdadera de Mary Kassian y Nancy DeMoss Wolgemuth).

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