El Gozo triunfante ...
¿Cómo le afectan sus circunstancias?
¿Su conducta o actitud cambian al enfrentar dificultades, dolor o decepción? ¿Actúa de cierta manera cuando todo le va bien, pero cambia al ser visitado por la adversidad y el sufrimiento? Aunque los problemas pueden despojarnos de la felicidad, no debemos permitirles que nos roben el gozo que tenemos en Cristo.
Las circunstancias pueden cambiar al llegar los problemas, pero si en verdad confiamos en Cristo como nuestro Salvador, nuestra relación con Él nunca se verá afectada; lo cual nos permite tener gozo en cualquier situación.
Cuando el apóstol Pablo escribió la carta a los filipenses estaba en una prisión, encadenado a un soldado romano. Aunque no estaba seguro de lo que podría sucederle y sufría, su carta expresaba gozo. Casi al final de la misma nos dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!” (Fil 4.4).
Este hombre tenía muchas razones para sentirse abatido y desolado, pero no puso su mirada en lo que le rodeaba, sino en su relación personal con el Señor. En medio de las dificultades, Pablo tenía un gozo triunfante que sobrepasó su circunstancia.
La diferencia entre la felicidad y el gozo.
La felicidad depende de las circunstancias, pero el gozo depende de nuestra relación con Jesucristo. Aunque muchas personas desean y buscan una vida feliz, solo los cristianos tenemos el privilegio de permanecer gozosos en todo momento, gracias a la relación personal que tenemos con Jesucristo, quien nos sostiene. La felicidad puede ser definida como una alegría pasajera, como un sentimiento de este mundo; pero el gozo solo proviene de Dios. Y eso es lo que Pablo tenía.
Al ser salvos, el Espíritu Santo nos sella como hijos de Dios. Reconocer que esa relación nunca cambia nos permite enfrentar dificultades y avanzar por valles de tinieblas con confianza, gozo y contentamiento.
No debemos permitir que las circunstancias cambien nuestra actitud.
Si ponemos nuestra mirada en las dificultades y en el dolor y no en Cristo, quedaremos atrapados por nuestras circunstancias. Por esa razón algunos se rinden ante problemas pequeños, mientras que otros permanecen firmes ante dificultades mayores. La diferencia radica en un cimiento inconmovible de gozo en Cristo, como el que tenía Pablo.
El apóstol no contaba con ninguna razón externa para regocijarse. Como estaba prisionero en una celda, no tenía la libertad para viajar alrededor del Imperio romano con el propósito de predicar el evangelio y fundar nuevas iglesias. Además, otros líderes de la iglesia añadían a su sufrimiento haciendo falsas acusaciones contra él. Incluso su futuro era incierto, pues esperaba la pena de muerte. Sin embargo, en medio de todo eso, se mantuvo gozoso en el Señor, con la seguridad de que aunque muriera, sería llevado ante la presencia del Dios vivo.
Lo que faltaba en la carta de Pablo.
Nunca mencionó sentirse triste por su encierro, ni se quejó de la situación, ni protestó por el hecho de que Dios no lo había sacado de la cárcel, pues su enfoque estaba en proclamar a Cristo. Cada vez que había un cambio de guardia, Pablo aprovechaba esa oportunidad para compartir el evangelio.
La fuente del gozo de Pablo estaba en su relación con el Señor Jesucristo.
Tenemos el mismo privilegio, pues Cristo no ha cambiado. No es normal que nos regocijemos en medio de las dificultades, ni cuando los amigos nos abandonan, ni al carecer de dinero. Pero los cristianos somos diferentes, pues el Espíritu de Dios mora en nosotros. Podemos ver las dificultades como un beneficio, pues durante esos tiempos es cuando más crecemos. Así que podemos regocijarnos aun cuando Dios no nos libre de los problemas. Como cristianos, nunca debemos pensar que es nuestra responsabilidad asegurarnos de que todo salga tal como deseamos. Solo debemos confiar en que el Señor proveerá para nuestras necesidades de acuerdo a su voluntad. Entonces podremos regocijarnos en Él, al permitir que nuestra vida esté cimentada en el inconmovible fundamento de su gozo.
Esta clase de gozo es un don espiritual.
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Ga 5.22, 23). Al estar llenos del Espíritu Santo podemos tener gozo sin importar la situación que enfrentemos. Su presencia en nosotros no depende de lo que sintamos, así que nunca debemos pensar que nos abandonará. Sin embargo, si hay pecado en nuestra vida, no podremos disfrutar de ese gozo, pues viviremos en desobediencia al Espíritu de Dios.
La felicidad está basada en las condiciones, pero el gozo en nuestra relación con Cristo.
Las condiciones cambian cada día, pero nuestra relación con Cristo es inmutable y eterna. La relación que Pablo tenía con Cristo estaba por encima de su propia situación; y lo mismo ocurre en nuestro caso. Que enfrentemos dificultades y sufrimientos no significa que Dios se haya alejado de nosotros. El gozo también puede ser una realidad en nuestra vida.
Podemos regocijarnos en medio del sufrimiento porque…
Tenemos a Cristo quien camina con nosotros.
Dios tiene el control de nuestras circunstancias.
Dios hará que estos momentos se tornen para nuestro bien.
No hay nada que pueda separarnos de su amor.
Podemos agradecerle a Dios por lo que hace en nosotros.
Esta clase de gozo es un don espiritual.
[3] “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
[4] para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
[5] que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
[6] “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
[7] para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
[8] a quien amáis sin haberle visto, en quien, creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”.
El gozo no es solo un sentimiento, sino una maravillosa seguridad y confianza que llena nuestro corazón, gracias a lo que tenemos en Cristo y a quienes hemos venido a ser en Él.
REFLEXIÓN:
¿Qué evidencias existen de que tiene el gozo de Cristo? ¿Qué tanto lo expresa por medio de su actitud en los tiempos difíciles?
¿Cuáles son algunas razones por las que puede regocijarse en su relación con Cristo, incluso cuando su situación parezca no justificarlo?
Si aún no recibiste a Jesús como tu Salvador personal, repite y medita sobre esta Oración de Fe:
"Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador , Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo. Gracias Jesús. Amén."
Si hiciste esta oración con fe !Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador y recuerda que si lo pediste de corazón Dios hará cambios en tu vida. Gloria a Él!
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