Un Fiel Testimonio...


El Señor jamás se ha quedado sin testimonio (He. 11). Los mismos «Cielos declaran su gloria». El testimonio personal de Amós, aquí registrado, nos lleva a meditar en algunas de las características del verdadero testimonio.

I. Tenía un mensaje de Dios. «Me enseñó luego… el Señor… tenía en su mano una plomada de albañil», que le preguntó: «¿Qué ves, Amós? Yo respondí: Una plomada de albañil» (vv. 7-9). Una «plomada de albañil» es un instrumento de prueba. Al estar en las manos del Señor, era el símbolo de su justicia y juicio.

Él había venido, por medio de su profeta, para medir los «lugares altos» y los «santuarios de Israel», y para exponer su delito. Pero el punto a considerar es éste: Amós tenía un mensaje; algo definido que decir, en el Nombre del Señor; algo que no estaba fabricado para complacer al pueblo, ni para exhibir sus propios dones, sino algo que ardía en su mismo corazón como lengua de fuego (Jer. 20:9).

Los primeros apóstoles, después de la Resurrección, recibieron tal visión del poder de Cristo y del bendito Evangelio, asociado con él, que sus corazones quedaron inflamados con una pasión divina de proclamar las «Buenas Nuevas». Como testificaron Pedro y Juan: «No podemos menos de decir lo que hemos visto y oído» (Hch. 4:20).

En verdad, tenían un mensaje. Mensaje que les sobrevino con una autoridad tan perentoria que todo su «espíritu, alma y cuerpo» quedaron sometidos a él. ¿Hemos perdido la visión? ¿Son nuestros oídos duros o se han endurecido nuestros corazones por la familiaridad de las palabras que hemos perdido el entusiasmo espiritual de esta santa compulsión? Tenemos el mismo mensaje, la misma promesa de poder, pero ¡ay!, ¿dónde está nuestra fe?

II. Él sufrió oposición. «El sacerdote Amasías de Betel » presentó una falsa visión de Amós y su mensaje al rey, y luego le dijo hipócritamente: «Vete, huye a la tierra de Judá» (vv. 10-13). Incluso los modernos sacerdotes de los Beteles frecuentemente entienden mal y calumnian al hombre de Dios que denodadamente «declara todo el consejo de Dios».

La oposición puede ser de esperar en el ministerio de la Palabra de Dios, cuando recordamos la enemistad del corazón humano frente a las cosas espirituales. «Si alguno quisiere vivir piadosamente, sufrirá persecución». «Amados, no os sorprendáis de la hoguera que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os aconteciese alguna cosa extraña, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois dichosos, porque el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros» (1 P. 4:12-14). «Me gloriaré en mi aflicción para que repose sobre mí el favor de Cristo». Si estamos hablando la Palabra de Dios, en el Nombre de Dios, dejemos entonces en manos de Dios el cuidado de los suyos.

III. Dio su experiencia personal. «Entonces respondió Amós, y dijo: … No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y cultivador de sicómoros. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel» (vv. 14, 15). No se da referencia a su inexperiencia ni a su «falta de educación».

No se tiene que depender de la ayuda de las «escuelas» para recibir el llamamiento de Dios. No somos escogidos porque seamos sabios y fuertes, sino porque somos instrumentos idóneos para la exhibición de su sabiduría y poder. «Sino que escogió Dios lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y escogió Dios lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para anular lo que es, a fin de que nadie se jacte en su Presencia» (1 Co. 1:25-28).

La presencia corporal de Pablo era «débil, y la palabra, menospreciable», pero «las cartas son duras y fuertes» (2 Co. 10:10). Es de vital importancia para el triunfo de nuestro ministerio que podamos dar un testimonio personal de lo que Dios ha hecho por nosotros. Del corazón mana la vida. Aparte de esto puede haber «mucho sonido y furia», pero la significación de todo ello delante de Él es «nada».

Tenemos que hablar lo que sabemos, y testificar de lo que hemos visto. Es poco honroso para Él que profeticemos más allá de la medida de nuestra propia fe. Isaías vio al Señor sentado en un Trono, antes de oírle decir: «Ve» (Is. 6:1-9). Los apóstoles fueron «testigos oculares de su Majestad» antes de ser enviados a predicar.


Si aún no recibiste a Jesús como tu Señor y Salvador personal lee y medita esta Oración de fe: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador. Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo . Gracias Jesús. Amén."
Si hiciste esta oración con fe. Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador, recuerda que si lo pediste de corazón Dios hará cambios en tu vida. Dios obra en nuestras vidas Gloria a Él.

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