La Oración por la Unidad...



Lea Juan 17:20-26

Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:23

Fíjate en la estrategia por la cual Dios piensa conseguir Su objetivo de alcanzar al mundo: “para que sean perfectos en unidad”. Hay aquellos que nos dicen que esta oración de Jesús en cuanto a la iglesia debe empezar a ser contestada ahora, después de veintiún siglos de haber permanecido insatisfecha, que ahora debemos olvidar todas las diferencias y distinciones que nos han separado en varias denominaciones y grupos sectarios a lo largo de los siglos y unirnos en una gran organización o unión. Pero primero debemos preguntarnos: “¿Está realmente esta oración insatisfecha hoy en día?”. ¿Es posible que hayan pasado veintiún siglos antes de que el Padre comenzara a cumplir esta última petición de Jesús?

No, esta oración ha sido contestada desde el día de Pentecostés. Esta estrategia no está diseñada por humanos. Esta empresa de hacer de todos los cristianos uno no depende de nosotros, depende del Espíritu de Dios. El gran capítulo de Pablo sobre el Espíritu Santo en 1ª de Corintios claramente establece el hecho de que al venir el Espíritu de Dios, Él cumplió lo que Jesús había pedido en oración. Esta es la estrategia divina por la cual el mundo puede ser guiado a creer. Todos los cristianos no son uno; no están en unión sino en unidad. La unión es un acuerdo externo, una alianza formada por las diferencias sumergidas por la causa de la unión. Pero esta unión artificial, esta acción de unirse en una organización, ¿es esto la respuesta de la oración de Jesús aquí? La prueba es, por supuesto: “¿Consigue esto lo que Jesús dijo que sería cumplido cuando la iglesia fuera una? ¿Causa a los incrédulos creer que Jesús es la auténtica voz de Dios?”. Hay poca evidencia de que este sea el caso. Mi observación es que cuando las iglesias o denominaciones se unen (aunque haya mucho de bueno en eso), esto crea una gran y monolítica estructura de poder que causa que los hombres y las mujeres de este mundo teman a la iglesia como una amenaza a sus propias estructuras de poder, como una fuerza rival en la política y los asuntos del mundo.

La unidad, como se indica aquí, es el compartir una vida. Fíjate en el versículo 23 de nuevo: “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad”. Eso es bastante diferente, ¿no es así? La estrategia divina por la cual el Señor piensa traer el mundo a una conciencia de Jesucristo es el crear en medio del mundo una familia, una vida de familia, una vida compartida, para que los hombres y las mujeres en todo el mundo, al convertirse en miembros de esa familia por medio del nuevo nacimiento, entren en un círculo familiar que es inconfundible y tan lleno de gozo y calidez que los incrédulos, observándolo, tendrán envidia de ello y, como huérfanos vagabundos con sus narices contra la ventana, quieran unirse a la calidez y la hermandad del círculo de familia. La cosa notable es que cuando la iglesia es así, no hay ningún ímpetu evangelístico más potente.

Padre, Tú eres el Dios del amor. Cuando miro a la cruz de nuestro Señor Jesucristo, veo el amor derramado por mí. Señor, esta es la naturaleza y el carácter del amor que es derramado en mi corazón por el Espíritu Santo. Enseña a Tu pueblo a amarse los unos a los otros.

Aplicación a la vida:

Como miembros de la familia redimida de Dios, participantes mutuos de Su vida y Su amor, ¿honra el testimonio de nuestra familia esta herencia distintiva? ¿Saben que somos de Cristo por nuestro testimonio unido de Su amor redentor y Su gracia maravillosa?

(Ray Stedman).

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