Perdonados para perdonar...

Perdonados para perdonar (Mateo 6:12-15).


Hermanos, ¿estamos aprendido a orar como conviene? ¿Qué tan importante es para usted el Padre nuestro? ¿Sabía usted que las instrucciones que dio Jesús para la oración es todo lo que yo necesito para vivir una vida cristiana triunfante? La quinta petición debe ser la cumbre de las anteriores, porque tiene que ver con el perdón de mis pecados y el perdón a los demás. Alguien ha dicho que este es un versículo que pone nervioso a muchos creyentes. Por un lado, porque tiene que ver con los pecados personales, y por otra parte, porque hay un llamado a perdonar a otros si queremos que Dios también nos perdone. ¿Qué tan real es el Padre nuestro en mi vida? ¿Cuánto lo practicó? Se dice que hay muchas maneras de doblegar al enemigo ofensor, y una de ellas no es precisamente destruyéndole, sino perdonándole. Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: 
-Vamos. Seguidme. Pronto destruiré a mis enemigos. Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató afablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él de nuevo. Todos los que formaban el séquito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que el emperador trataba humanitariamente y hasta con cariño a quienes habían sido rebeldes. Entonces el primer ministro preguntó con enojo al emperador: – ¿De esta manera cumple vuestra Excelencia su promesa? Dijisteis que veníamos a destruir a vuestros enemigos. Los habéis perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los habéis tratado. Entonces el emperador, con actitud generosa, dijo: -Os prometí destruir a mis enemigos; y todos vosotros veis que ya nadie es enemigo mío: a todos los he hecho mis amigos. El perdón que recibimos, según la quinta petición del Padre nuestro debe llevarnos a perdonar a otros.

Veamos cómo:

I. LAS DEUDAS QUE DIOS NOS HA PERDONADO

1. ¿Con quién estamos en deuda? Le aseguro que todos los que estamos acá tenemos deudas que pagar, las cuales incluyen: tarjetas de crédito, casas, carros, escuelas, universidad, hospital, corte, familia y un largo etcétera. Y la situación ha llegado a ser tan difícil que en algunos casos que usted ha tenido que declararse en “bancarrota” porque no puede pagar lo que debe. En estas sociedades de alto consumo y de enormes demandas pareciera ser muy difícil mantenerse en una solvencia de las deudas. Tenemos siempre una deuda. Pero si esto es así en el plano humano y terrenal, imagínese la deuda que tenemos con Dios. Jesús dijo: “Perdona nuestras deudas…”. En esta oración hay una palabra en plural que nos habla no solo de una deuda sino de muchas deudas. Si revisamos las “deudas” que tenemos con Dios, la conclusión a la que llegaremos es que a Dios le debemos todo. Le debemos a Dios la vida que nos ha dado. ¿Ha leído el salmo 139 para darse cuenta cómo Dios se ha asegurado de darme la vida? Pero a Dios le debemos el sustento de la vida. ¿Ha leído Mateo 6:26-30? Y sobre todo, a Dios le debemos la gran deuda de nuestros pecados? Sin duda, esta es la deuda más grande, y, ¿cómo podíamos pagarla?

2. ¿Cuáles son esas deudas? “Nuestras deudas”, es una palabra común para deudas legales. Aquello donde hay un compromiso por algo que quité prestado o que compré a crédito. Pero aquí se utiliza en deudas morales y espirituales a Dios. Somos pecadores que hemos ofendido a Dios. “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23)”. Este es el gran texto que define la condición de la humanidad. Ya el sabio Salomón lo había dicho, al referirse que no hay nadie en a tierra que haga el bien y no peque (Ec. 7:20). El profeta de antaño lo había descrito de una manera muy gráfica al decirnos que en el hombre no había cosa sana: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga…” (Is.1:6). El pecado es cual cáncer que ha invadido todo nuestro ser y se ha convertido en la gran deuda que tenemos contra Dios. Hay una obligación contra Dios que necesita ser saldada. Y Dios es el único que puede pagar la deuda que le debo. Yo no puedo pagar esa deuda, por lo que me declaro en “bancarrota espiritual”. La buena noticia es que Dios cancela al momento la deuda y no tendré que esperar algunos años para mejorar mi “crédito”. Su gracia es mi nuevo “crédito”.

3. ¿Qué significa el perdón de la deuda? “Perdónanos nuestras deudas”, significa: “enviar lejos, descartar, limpiar, quitar”. De esta manera, la palabra “perdonar” significa hacer borrón y cuenta nueva, perdonar, cancelar una deuda. Es la figura del antiguo testamento cuando el sumo sacerdote ponía las manos sobre el macho cabrío y lo enviaba al desierto llevando los pecados confesados (Lev. 16:20-22). Así, pues, el perdón de nuestros pecados es la acción que pone en liberación al que ha sido esclavo del pecado, que vive bajo el dominio de Satanás, y, finalmente, a espaldas de su Dios. Así que recibir el perdón de los pecados es la única garantía que nos hace hijos de Dios, con el glorioso resultado de tener la vida eterna. El perdón se logra por medio de la justificación que Dios hace al pecador arrepentido. En este sentido, hay un perdón que es permanente por los pecados pasados, presentes y futuros. Esto es la garantía que nuestra salvación no se pierde. Pero a la vez hay un perdón temporal. Todos los días me enfrento a pecados que cometo contra mi Dios. Es allí donde debo orar siempre: “Perdónanos nuestras deudas…”. El perdón de nuestros pecados es lo que nos hace hombres y mujeres libres.

4. ¿Quién perdona nuestras deudas? He aquí la pregunta más importante de esta oración. Cuando a Jesús le fue presentado el paralítico, bajado por el techo de una casa, le animó diciendo que sus pecados le eran perdonados. Semejante declaración provocó la ira de los escribas que llegaron hasta decir que estaba blasfemando, pues sólo Dios podía perdonar pecados. Como Jesús conoció las intenciones del corazón de ellos, les confrontó con esta pregunta: “ Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? (Mt. 9:1-8). Cualquiera de las dos cosas era difícil para los hombres. Pero Jesús al final les dijo que él tenía autoridad para perdonar pecados y levantar al mismo tiempo al hombre caído. Hay una sola persona que puede perdonar a los hombres sus pecados, su nombre es Jesús. Esta fue la razón de su sacrificio. Esta es la más grande demostración de amor de parte de Dios para con el hombre pecador (Jn. 3:16; Ro. 5:8). El himnólogo lo ha expresado con una pregunta: “¿Qué me puede dar perdón? Solo de Jesús la sangre”. Sí, es la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nuestras deudas han sido canceladas en la cruz del calvario.

II. LAS DEUDAS QUE NOSOTROS DEBEMOS PERDONAR A OTROS

1. ¿Quiénes son nuestros deudores? En esta quinta petición el Señor nos presenta una doble revelación: Hay una gran deuda para con Dios, pero también hay otra “con nuestros deudores”. El asunto es que por donde lo vea estoy en deuda. Una es mi deuda de todos mis pecados y la otra es la deuda de las ofensas que haya tenido hacía algún hermano. Esto tiene que ver con aquellos a quienes yo he ofendido o me han ofendido. Son aquellos hermanos a quienes consciente o inconscientemente yo los he etiquetado y no forman parte de mis amados a quien debo amar en el Señor. La Biblia es muy seria en el asunto de mis relaciones con los hermanos. Hablando de las deudas, uno de los pasajes que más debiéramos considerar en este respecto es Romanos 13:8, que nos dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley. La única deuda que debo tener hacia mis hermanos, es una deuda de amor, y debo estar presto para pagarla. ¿Cómo la pago? Pues amándole para que de esta manera cumpla la ley de Dios. Sin embargo, y por la petición que el Señor está haciendo, hay ocasiones cuando no es el amor, sino el rencor lo que pudiera haber en mi corazón.

2. ¿Cuál es la demanda del perdón? Si no había entendido lo que significa el perdón en su vida, usted necesita ver de cerca este texto. Una de las palabras importantes con las que nos encontramos acá es “como”. Esta palabra algunas veces es un adverbio, pero a veces es una conjunción. En este caso funciona como una conjunción para comparar dos afirmaciones condicionales, cuando una depende de la otra. Jesús nos dice enfáticamente “Padre perdona nuestras deudas, como nosotros hemos perdonado”. Hay aquí dos condiciones. Padre perdóname siempre y cuando ya yo haya perdonado a mis deudores. En la medida que yo haga lo primero, entonces te pido que tú hagas lo otro. Una traducción libre de este texto pudiera ser así: “Como yo he perdonado, así deseo que tú me perdones”. Entonces, ¿significa esto que si yo no perdono a mi hermano que ha pecado contra mí, no seré perdonado? Bueno, no podemos llegar a esta conclusión tan rápida. En todo caso, dejemos que sea el mismo Cristo que dé su propia interpretación al texto. No siempre Jesús hace esto. Qué bueno sería que el interpretara todo, pero cuando lo hace, como en este caso, el asunto es muy serio. Vea su interpretación v. 14

3. ¿Cuáles son las consecuencias de no perdonar? Bueno, el texto nos refiere a dos resultados que dependen de nuestra acción de perdonar o no perdonar. Por un lado se nos dice que si perdono a los hombres sus ofensas, entonces el Padre celestial hará lo mismo con las mías v. 13. Pero si no perdonó a los sus ofensas, entonces el Padre tampoco hará lo mismo. Este es un asunto muy serio. ¿Habrá ofensas que mi Padre celestial no me ha perdonado? Eso sería muy extraño hasta para pensarlo. Pero el asunto es que toda la acción de la fe cristiana descansa sobre la doctrina del perdón. Yo no puedo esperar de Dios aquello que no estoy dispuesto a otorgar a otros. La deuda que tengo con mi Dios siempre será más grande que la que tengo con mi hermano. El perdón implica que hay una deuda que pagar. No nos gusta pagar. Es más, algunas veces somos muy mala paga. Entonces, ¿cómo podemos pagar nuestras deudas? Pues hay que doblegar el orgullo. Cuando perdono me olvido quién tiene la razón. A veces no perdonamos porque pensamos que el otro debiera pagar un poco por lo que me hizo. Quisiéramos eso. A veces hasta oramos para que el Señor humille al ofensor, en lugar de perdonarlo verbalmente. Mis amados, hay consecuencias serias cuando no perdonó de corazón (v. 15; Mt. 18:35).

CONCLUSIÓN: 

Después que Jesús explicó la forma cómo debemos perdonar al hermano, donde dio instrucciones de ir primero con la persona, buscar dos o tres testigos, llevarlo a la iglesia, y si no funciona así tratarlo como a cualquier gentil, Pedro hizo su famosa pregunta: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mt. 18:21). La respuesta de Jesús que incluyó “hasta setenta veces”, fue explicada también con la parábola de los “dos deudores”. En esta parábola hay un rey que representa a Dios. Hay un siervo que me representa a mí. Y hay un consiervo que representa a uno de ustedes. Hay una deuda de diez mil talentos que le debo al rey… una gran deuda. Por cuanto no podía pagar la deuda, el rey ordena que yo sea preso con mi familia. Pero voy al rey y le pido perdón, y el rey que representa a Dios tiene misericordia y me perdona toda la deuda. Entonces yo salgo de la presencia del rey (Dios) y me encuentro con uno de ustedes que me debe cien denarios (algo ínfimo comparado con los diez mil talentos), y porque no me puedes pagar te comienzo ahorcar y te llevo a la cárcel hasta que me pagues todo. ¿Qué hizo el rey con aquel siervo que no perdonó al otro su deuda? Lo entregó a los verdugos hasta que pagase toda la deuda perdonada. ¿Quiénes son esos “verdugos” en mi vida? Si no perdono de corazón, podría ser entregado al “verdugo” de la amargura, resentimiento y la falta de paz. ¿Estoy “ahorcando” a mi hermano que tiene deudas contra mí? O, ¿estoy perdonado la deuda como Dios me ha perdonado la mía?

(Ps. Julio Ruiz).


Si aún no has aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador personal, medita esta Oración de Fe: "Señor Jesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz para pagar por mis pecados. Te pido perdón por mis pecados y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por darme el regalo de vida eterna. Deseo cambiar y vivir una nueva vida contigo como mi Señor y Salvador. Escribe mi nombre en el libro de la vida y prometo serte fiel y justo . Gracias Jesús. Amén."
Si hiciste esta oración con fe. Felicidades! has recibido a Jesucristo como tu único salvador, recuerda que si lo pediste de corazón Dios hará cambios en tu vida. Dios obra en nuestras vidas !Gloria a Él!

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