La Cruz te Libera para Perdonar...
“Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado”. Romanos 6:6 (NVI).
Jesús rompió el poder del pecado en la cruz. Romanos 6:6 dice: “Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado” (NVI). Esta es una gran noticia, especialmente porque nuestra inclinación natural es hacer lo incorrecto.
Es nuestra inclinación natural humana lastimar a otros cuando nos lastiman a nosotros. Si alguien dice algo malo sobre ti, quieres decir algo malo sobre ellos. Tendemos a aferrarnos a las heridas y luchamos por perdonar.
Pero puedes romper esa atadura a la amargura, la culpa, el resentimiento y la preocupación. Puedes evitar convertirte en esclavo del pasado y de los recuerdos dolorosos. Puedes elegir perdonar.
¿A qué dolor te aferras? Permíteme hacerte una pregunta muy importante acerca de esa herida: ¿Qué tanto deseas ser sanado de ella? ¿Quieres dejarlo ir? Tal vez lo hayas repasado mil veces en tu mente: lo que hicieron tus padres, lo que hizo tu hermano, lo que hizo tu cónyuge. Cada vez que piensas en eso, todavía te duele.
La cruz tiene el poder de liberarte de rencores, aflicciones y resentimientos. Ninguna otra cosa que no sea la cruz te dará el poder de liberarte de las emociones que te agobian. En la cruz, Jesús rompió el poder del pecado, la muerte y la esclavitud en tu vida.
Quiero que pienses en la persona a la que necesitas perdonar, la persona cuya ofensa plantó una semilla de amargura en ti, y quiero que hagas esta oración ahora mismo:
“Padre, solo tú entiendes cuánto me ha lastimado esta persona. No quiero cargar con el dolor ni un segundo más. No quiero ser una persona amargada. Pero necesito tu gracia y el poder de la cruz para liberar mi dolor y perdonar a quienes me han lastimado.
Primero, necesito experimentar tu perdón. Tú conoces todas las maneras en que he lastimado a otros, y te pido perdón por esos pecados. Jesús, gracias por morir por mí. Acepto tu gracia y tu perdón, lo necesito a diario.
Hoy me dirijo a ti y elijo perdonar como Tú me has perdonado a mí. Cada vez que vuelva el recuerdo, perdonaré a esa persona nuevamente hasta que el dolor desaparezca. Sana mi corazón con tu gracia. En el nombre de Jesús. Amén”.
Reflexiona sobre esto:
¿A qué herida te aferras?
¿Qué emociones de ese dolor te están agobiando?
¿Qué paso darás esta semana para preparar tu corazón para perdonar a esa persona?
(Ps. Rick Warren).
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