Su vida es importante para Dios...
Los problemas, las dificultades y los sufrimientos pudieran parecer evidencias de que no le importamos al Señor; pero eso no es cierto. Algunos de los creyentes más reconocidos en la historia del cristianismo enfrentaron sufrimientos inimaginables, sin dudar del amor de Dios por ellos. Aunque nuestro Padre celestial no nos ha prometido una vida fácil, aun en medio de las pruebas, podemos tener la certeza de que nuestra vida es importante para Él.
Ser importante significa ser de valor para alguien, y para Dios todos sus hijos son valiosos. Nos conoce muy bien a cada uno, incluso nuestros pecados, fracasos y debilidades; y aún así nos ama y nos valora. Hasta en medio del dolor y del sufrimiento que permite en nuestra vida, se interesa por nosotros y cumple sus promesas. El Señor ha prometido que no nos dejará, ni nos desamparará, y lo cumplirá (He 13.5).
Cuando el apóstol Juan escribió su primera epístola era un hombre de 80 o 90 años. Su carta fue dirigida a los cristianos, y en los primeros tres versículos del capítulo 3, los alentó a considerar al amor que Dios demostró al salvarlos.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3.1-3).
La salvación comienza cuando aceptamos que estamos separados de Dios por nuestros pecados. Luego, al reconocer quién es Jesucristo y lo que hizo en la cruz, confiamos en que puede salvarnos, perdonar nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Una vez que somos salvos, somos transformados para siempre y nunca más podremos volver a ser quienes éramos sin Cristo, pues hemos sido unidos con Dios por toda la eternidad. La garantía de esa seguridad es el Espíritu Santo, quien ha venido a morar en nosotros para siempre.
Como hijos de Dios, somos sensibles al pecado y deseamos leer la Biblia y llevar una vida obediente y consagrada. Cada vez que pecamos tenemos la opción de venir ante el Señor para que nos purifique; pero si continuamos en esa desobediencia, nos disciplinará con amor, pues es nuestro Padre celestial. Aunque permite que las pruebas lleguen a nuestra vida por diversas razones, en ocasiones las usa para que regresemos a Él arrepentidos.
Evidencias de que somos importantes para Dios
Aunque puede que sintamos que no somos valiosos para nadie en este mundo, como hijos de Dios sí somos muy importantes para Él, y Juan provee evidencias que demuestran lo mucho que Dios nos cuida.
1. El gran amor que nos ha dado. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (1 Jn 3.1). Su gran amor se expresa en todo lo que ha hecho por nosotros.
- Nos salva. Dios llegó a nuestra vida por medio de su Palabra para abrir nuestra mente y corazón y que pudiéramos entender el evangelio de Jesucristo. El Espíritu Santo nos convenció de nuestra condición pecaminosa y de nuestra necesidad de ser perdonados. Al reconocer que solo Jesucristo puede salvarnos, confiamos en Él para recibir el perdón de nuestros pecados.
- Nos santifica. El Señor nos ha separado para que vivamos solo para Él. Su Espíritu ahora está sentado en el trono de nuestro corazón, guía nuestra vida, nos da entendimiento de su Palabra, nos capacita para obedecerle y nos transforma a la imagen de su Hijo.
- Suple nuestras necesidades. Dios ha prometido suplir cada una de las necesidades de sus hijos “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19). Además de darnos salvación, Dios se compromete a suplir todas nuestras necesidades porque se interesa por nosotros. Sus recursos son inagotables y nuestras bendiciones en Cristo son abundantes.
- Envió al Espíritu Santo a morar en nosotros. Una vez que fuimos salvos, el Señor envió a su Espíritu Santo a morar en nuestra vida. Sin Él seríamos incapaces de vivir como Dios desea. El Espíritu Santo es quien nos equipa para que lleguemos a ser la persona que Dios desea.
2. Somos llamados hijos de Dios. “ahora somos hijos de Dios” (1 Jn 3.2). Todos comprendemos el amor tan especial que los padres tienen hacia sus hijos, pero eso es solo una sombra del gran amor y cuidado que Dios tiene por sus hijos. Él ha derramado sobre nosotros promesas y bendiciones espirituales, y nada podrá jamás separarnos de Él.
3. Nuestra vida aún no es como será. “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser” (1 Jn 3.2). Lo que ahora vemos en nuestro mundo y en nuestra condición humana es temporal. Si ponemos nuestra mirada en la sociedad, podríamos desanimados, pues está peor que nunca. Muchos no conocen a Dios, pues lo han ignorado o rechazado (v .1). El ajetreo, las riquezas y los placeres de este mundo amenazan con desviar nuestra atención del Señor y distraernos para que no leamos su Palabra. Sin embargo, necesitamos de la Biblia para llevar una vida como Dios desea. Sus mandamientos no nos privan de nada, sino que al obedecerlos, nos dan aquello que nuestro Padre celestial sabe que es mejor.
4. Seremos semejantes a Él. “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él” (1 Jn 3.2). Cuando Cristo regrese seremos transformados para ser como Él. En la porción bíblica que más enseña sobre la resurrección, Pablo escribió: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Co 15.20). No solo Dios provee todo lo que necesitamos para llevar una vida consagrada en el presente, sino que también nos esperan muchas más provisiones en el futuro cuando seamos resucitados con cuerpos glorificados. Aunque no sabemos cómo será el cielo, contamos con la promesa de que nuestros nombres han sido escritos en el libro de la vida del Cordero y estaremos con el Señor para siempre.
5. Podemos llevar una vida pura por el poder del Espíritu Santo, glorificándolo por toda la eternidad. “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3.3). Nuestra vida es importante porque Dios desea lo mejor para nosotros. Quiere que tengamos vidas puras y santas por el poder del Espíritu Santo. Conocer nuestro futuro glorioso debe motivarnos a obedecer la Palabra de Dios y a dejarnos guiar por su Espíritu.
REFLEXIÓN
¿Ha sentido en alguna ocasión que no es valioso para Dios? ¿Qué evidencias apoyan ese sentir? ¿Qué pasajes bíblicos prueban que el Señor le ama?
¿De qué manera saber que su vida es importante para Dios le motiva a vivir para Él y no para usted mismo?
(Dr. Charles Stanley).
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