El Ancla de la Oración...

Lea: Génesis 18:22-33

Se acercó Abraham y le dijo: —¿Destruirás también al justo con el impío? Génesis 18:23

Abraham ha sido informado que la hora de juicio ha llegado para Sodoma. Está paralizado por esto, pero es muy importante para nosotros ver lo que realmente le está molestando. Si preguntas: “¿Está Abraham realmente intentando salvar estas ciudades?”, la contestación ha de ser: “No, esa no es realmente su preocupación”. Abraham sabe que la hora del juicio de Dios ha llegado, que ha habido una larga historia de paciencia hasta este punto. Sabe que es sólo la injusticia que será juzgada al final, así que no está intentando salvar las ciudades. Expresa su preocupación en estas palabras: “¿Destruirás también al justo con el impío? ¿Vas a tratar a los justos en la misma forma en la que tratas a los impíos?”. Eso es lo que le estaba preocupando.

El corazón de Abraham está lleno de temor. Teme que va a encontrar que Dios no es exactamente lo que pensaba que era. Quizás entendió que la gente justa tenía una forma de “salar” el mundo, preservarlo de corrupción y de juicio. Quizás está preocupado que si Dios destruye una ciudad llena de gente impía, con algunos justos entre ellos, que se extenderá palabra de que el ser justo no sirve de nada y se dejará la impresión equivocada. Abraham tiene un corazón afligido, preguntándose si Dios realmente es el tipo de Dios que él pensaba que era.

¿Alguna vez te has sentido así? En tus oraciones, o en tu confrontación con la vida, ¿de pronto has visto a Dios moviéndose en formas que no habías anticipado, permitiendo que ocurran cosas que tu pensabas que Él no debiera dejar que ocurrieran? ¿Has pensado: “Señor, realmente puedes hacer esto? El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Esto no está bien”. Nos estamos acercando mucho a lo que Abraham sintió en ese momento, cuando sentimos ese horror repentino de que Dios no va a actuar como esperábamos que lo hiciera. Abraham realmente está presentando la pregunta aquí: “¿Hace alguna diferencia el ser justo? Si Dios destruye estas ciudades llenas de tanto los impíos como los justos, si son tratados de la misma forma, ¿no nos dice esto que el ser justo realmente no hace ninguna diferencia?”.

En el resto de su oración, puedes ver cómo tímidamente se atreve decir: “Señor, tan sólo un momento. Suponiendo que hay cincuenta justos en esa ciudad, ¿los destruirás?”. Inmediatamente viene la respuesta: “No, no la destruiré por los cincuenta”. De nuevo, tímidamente se atreve decir: “¿Y si fueran cuarenta y cinco?”. “No”, dice Dios inmediatamente, “si encuentro cuarenta y cinco no la destruiré”. Entonces Abraham se ciñe con su valor y dice: “Señor, no te enfades, pero voy a llevar esto un poco más allá. ¿Y si fueran cuarenta, o treinta, o veinte?”. Finalmente, va lo más lejos que se atreve, sintiendo que llega al final de su sentido de preocupación cuando dice: “Señor, ¿y si son como diez? Si hay diez justos, ¿los salvarás a ellos y a la ciudad?”. La respuesta inmediata de Dios, como lo ha sido todo este tiempo es: “Iré tan lejos como vayas tú, Abraham. Si hay diez justos, no destruiré la ciudad”.

Cada contestación rápida de Dios calma el temor que está en el corazón de Abraham. Cada contestación es una reconfirmación de que Dios honrará Su promesa, que preservará a los justos en la hora de crisis y peligro. Abraham es asegurado que Dios siente lo que dice, que el ser justo hace una diferencia, que las promesas de Dios son válidas en la hora de crisis, y que no trata a los justos como trata a los impíos. Cuando llega a ese sitio, Abraham está satisfecho.

Señor, gracias porque me has dado grandes promesas de amor, aceptación, dirección y protección. Te pido que al observar el mundo a los justos en medio de ellos, que vean que Tu mano y Tu corazón están comprometidos a aquellos que responden a Tu ofrecimiento de gracia, y Tu juicio espera a aquellos que resisten la paciente suplica de su Dios.

Aplicación a la vida:

Ya que es obviamente verdad que nuestras mentes no pueden contener todo lo que es Dios, ¿disminuye esa limitación nuestra confianza en Su respuesta a nuestras oraciones? ¿Confiamos enteramente en lo que ha sido revelado en Su Palabra, y confiamos que Él actuará de acuerdo a eso?

(Ray Stedman).

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