¿Amas como Jesús?

 

Sandra salía del hospital cabizbaja y triste. Las lágrimas se le salían. Todo alrededor suyo parecía rebosar vida; pero ella se sentía sola. Afligida, abrió la puerta de su carro y manejó a la florería. Sandra sabía que tenía que hacer esto por su mamá. Su mamá siempre le había dicho, “Tráeme flores mientras pueda disfrutarlas”.

Mientras Sandra entraba a la florería, la fragancia de rosas frescas llenó su espíritu. ¡Qué tal diferencia con el cuarto del hospital que acababa de dejar! Su mamá había estado en el hospital por más de dos semanas. Su lucha contra el cáncer de casi todo un año, estaba llegando a su fin.

Sandra tenía tantos deseos de ver a su mamá sonreír, una vez más. Ella caminó entre las masetas de lindas flores. Cada cual más bella que la otra. En eso escuchó una voz que decía detrás de ella, “¿En qué la puedo servir?”

La encargada de la florería debe de haber percibido el dolor en el corazón de Sandra, o visto las lágrimas en sus ojos. Esta sintió una gran compasión por ella. Sandra le dijo, “Yo quería algo bonito para mi mamá. Ella se está muriendo”.

Y sin decir palabra, la encargada se le acercó. Y suavemente puso su brazo alrededor de los hombros de Sandra. En ese abrazo tan inesperado, Sandra sintió el amor de Dios rodeándola, y protegiéndola del dolor.

En aquel momento, las palabras familiares de Jesús le hablaron claramente al corazón en Juan 13:35, “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros”. Ahí en la florería, Dios tuvo un encuentro con Sandra – con esta pobre mujer que se sentía vacía y derrotada -- tratando de arreglárselas “sola” durante esta tragedia.

Pero gracias a Su gran amor, Dios mandó a alguien para que se encontrara con ella, en medio de su dolor. Sandra no dejaba de darle gracias a Dios por esta mujer… que permitió que el amor de Jesús obrara a través de ella.

Yo le pido a Dios que pueda seguir su ejemplo, y encontrar a otros -- donde quiera que estén -- y ofrecerles el amor de Cristo. El amor no es simplemente una virtud de la vida cristiana: ¡ES LA VIDA CRISTIANA! ¡Es el oxígeno del reino! ¡No hay vida sin oxígeno!

Todo, todo – los dones espirituales, la profecía, el conocimiento, la sabiduría – todos llegarán a su fin, ¡PERO EL AMOR NO TENDRÁ FIN! El amor atraviesa el umbral de la muerte, y entra a la eternidad.

Pablo dice en 1 Corintios 13:3, Si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

PAUSA

En la noche antes de la crucifixión de Jesucristo, nuestro Señor les dijo a Sus discípulos en Juan 13:34, Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros.

Una lectura “a la ligera” de este texto, puede pasar por alto “dos palabras” muy importantes. En primer lugar, este es un mandamiento. No es una sugerencia o una simple opción. ¡Tiene toda la autoridad de Dios! ¡Del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! ¡Y en segundo lugar es un mandamiento “NUEVO”!

A pesar que el lenguaje del Nuevo Testamento revela que este mandamiento no es nuevo en tiempo (porque el amor de Dios ha existido siempre), este mandamiento es nuevo en su expresión. Es fresco. Es el opuesto a lo viejo.

Hasta este momento, en la noche antes de la crucifixión, lo mejor que podíamos hacer era vivir al nivel del antiguo mandamiento.

Este antiguo mandamiento se encuentra en Levítico 19:18, Ama a tu prójimo como a ti mismo, y es llamado, el Gran Mandamiento. Es decir, dice que nosotras debemos amar a nuestro prójimo, como nos amamos a nosotras mismas.

El “amor por uno mismo” es un amor limitado. Muchas veces, es un amor condicional en asuntos del tiempo, la conducta, las situaciones, o posición social. Puede prestarse al egoísmo porque habla del amor humano. También puede ser inconstante y caprichoso. Pero el verdadero amor es expresado a través del mandamiento nuevo.

Por treinta y tres años, Jesús nos dio un retrato de como demostrar el verdadero amor. Hasta ese momento, lo mejor que podíamos hacer era vivir al nivel del antiguo mandamiento… de amar a tu prójimo como a ti mismo.

Básicamente, Jesús dijo, “Por más de tres décadas, Yo he demostrado el verdadero amor. Estoy por irme, pero antes de que me vaya, un mandamiento nuevo les estoy dando. Ya no tienen que amarse unos a otros, como así mismos, ¡SINO COMO YO LOS HE AMADO!”

Nosotras somos totalmente incapaces de amar así… por nosotras mismas. La única forma de que esto se pueda volver “en una reacción natural en nosotras”, es de conocer el amor de Cristo en nuestros corazones, por propia experiencia. ¡ESTE MANDAMIENTO NUEVO CAMBIA LAS COSAS! Ya no tenemos que amar a nivel de nosotras mismas.

Ahora tenemos que amar como Jesús nos amó – incondicionalmente. Una vez que recibimos Su amor, “debemos dárselo a otros” de la misma forma que Él nos ama a nosotras. ¡Esta es una idea revolucionaria! ¡Y lo vemos personificado en Cristo!

Para poder amar a otros a este nivel, debemos conocer la clase de amor con que Jesús nos ama. ¡Su amor es ilimitado! Pablo les dijo a los romanos en Romanos 8:39 que nada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado “en Cristo Jesús nuestro Señor”.

En Efesios 3:18, Pablo les habló de la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo. No solo el amor de Cristo es ilimitado, sino también es incondicional. No está condicionado por el tiempo o la conducta o las situaciones que puedan estar sucediendo.

Romanos 5:8 dice, Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Su amor tampoco es egoísta. TAN ES ASÍ… ¡QUE ESTE AMOR LO LLEVÓ A LA CRUZ! Y por supuesto, Su amor es también inalterable. Como Hebreos 13:8 dice, Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.

Si tú amas como Jesús te ama, tu amor será ilimitado, incondicional, sin egoísmo e inalterable.

Al final del siglo diecinueve, un señor, llamado don Pedro, escribió en su diario la historia de un chiquillo que vendía periódicos en la calle cerca de su casa en Londres. El chico era conocido en el vecindario por ser huérfano. Su padre abandonó a la familia cuando el chiquito era bebé.

Y su madre murió años después, cuando el muchachito comenzaba a vender periódicos. Todo intento de poner al chico en un orfanato o en un hogar adoptivo fallaron porque el muchacho se negaba a recibir ayuda, y se escapaba cuando trataban de encerrarlo.

Pero… realmente, la calle es un lugar solitario para que un chico viva. En su diario, don Pedro cuenta una conversación que tuvo con el chico acerca de su manera de vivir. Un día cuando don Pedro paró a comprar su periódico, chequeó en sus bolsillos buscando algunas monedas, y de pasada, le preguntó al chico donde vivía.

El muchacho le dijo que él vivía en una pequeña cabaña en una zona pobre del distrito de la ciudad, cerca al rio. Esto le sorprendió mucho a don Pedro. Ya con más interés, le preguntó, “¿y quién vive contigo?” El chico contestó: “Solo Juanito. Él es lisiado y no puede trabajar. “¡Él es mi amigo!”

Ahora claramente asombrado que el chico parecía, que no solo se estaba manteniendo sí mismo, sino que también mantenía a alguien que no podía contribuir con ningún dinero. Don Pedro le preguntó, “¿No crees que estarías mejor sin Juanito? El chico dijo, ¿“No, no tendría a nadie esperándome en casa.

No me gustaría vivir y trabajar, y no tener a nadie con quien compartir. Además, ¿quién cuidaría a Juanito? La Madre Teresa de Calcuta dijo, “En esta vida no podemos hacer grandes cosas. Solo podemos hacer pequeñas cosas con mucho amor.” Si, ¡EL AMOR ES LA VIDA CRISTIANA! ¡ES EL OXIGENO DEL REINO!

Dios no nos escribió en el cielo “con grandes letras” acerca de Su amor por nosotros. ¡NO! ¡ÉL LO DEMOSTRÓ! ¡ÉL PROBÓ SU AMOR MANDANDO A SU HIJO PARA SALVARNOS! ¡ASÍ QUE! ¡OBEDEZCAMOS ESTE MANDAMIENTO NUEVO… ¡AMANDO A OTROS DE LA MISMA FORMA QUE JESÚS NOS AMA!

(Carmen Camino).

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